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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Pero su verdadera grandeza no reside en ello, sino en la fiereza indomable de su carácter, en la abundancia de su sensibilidad, en el poder de su inteligencia, en la sugestión de su obra escrita, todo lo cual ha hecho que, con motivo de su centenario , los argentinos le proclamáramos por un genio.

Los argentinos se removieron en su altura con voces de extrañeza y protesta. ¿Ya no disparaban más? ¿Y aquello era todo?... Les habían robado el dinero. ¡Tongo... tongo! gritaron al mismo tiempo. Uno de ellos, cogiendo un pedazo de roca suelta, quiso arrojarla a guisa de felicitación sobre los adversarios reconciliados.

La vida de los campos argentinos, tal como la he mostrado, no es un accidente vulgar: es un orden de cosas, un sistema de asociación característico, normal, único, a mi juicio, en el mundo, y él sólo basta para explicar toda nuestra revolución.

Esta composicion, escrita bajo la impresion que causó en Montevideo la noticia de aquel desastre, se publicó por la primera vez en una Corona Fúnebre dedicada á la memoria de Rufino Varela, á cuya formacion contribuyeron todos los poetas argentinos que han consagrado sus cantos á la libertad.

¿Qué vas a tocar? No , ché, Melchor... estoy pensando. ¡Toca el pericón nacional!... que es de circunstancias. No lo ... ¿Y los tristes argentinos... que son tan lindos? Tampoco... de memoria no los recuerdo. ¡Bueno! toca lo que te la gana. El quinto nocturno...

Tal es la edicion que presentamos y que viene á agregar un volúmen mas á nuestra Biblioteca de Escritores Argentinos, de la cual forma parte integrante, habiendo por consiguiente adoptado el mismo formato y papel de los ya publicados, continuando nuestro propósito. Buenos Aires, Marzo de 1854.

, que la inmensa gloria de los bravos No era para tus hombros sin pujanza: Debes cargar cadenas entre esclavos, No de los libres la quebrada lanza. Los libres solos su bandera alzando Con doble esfuerzo treparán los Andes, Y entre Argentinos el aliento dando Los buenos solo llamaránse grandes.

Escuchaba con impaciencia los detalles facilitados por Rosalindo, al que llamaba siempre «el cuyano», apodo que los chilenos dan á los argentinos.

Unas veces era el pericón ó el gato, antiguos bailes argentinos, lo que danzaban los hijos del país; pero las más de las noches la cueca chilena enardecía horas enteras, con su palmoteo y sus gritos, al público del boliche. El dueño del establecimiento entregaba dos guitarras, guardadas cuidadosamente debajo del mostrador.

Los mineros argentinos, no satisfechos con estos resultados, se desparramaron por el territorio de Chile, que les ofrecía un rico anfiteatro para ensayar su ciencia, y no es poco lo que han hecho en Copiapó y en otros puntos en la explotación y beneficio y en la introducción de nuevas máquinas y aparatos.

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