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Actualizado: 23 de junio de 2025
323 Las mujeres, dende entonces, conocí a todas en una; ya no he de probar fortuna con carta tan conocida: mujer y perra parida, ¡no se me acerca ninguna!. XI A bailar un pericón. 324 a otros les brotan las coplas como agua de manantial; pues a mí me pasa igual; aunque las mías nada valen, de la boca se me salen como ovejas de corral.
Tras de Lorenzo, se aproximó Melchor que a cada figura gritaba: ¡Más listos!... ¡más vivo ese movimiento!... ¡Parecen hombres de palo!... Terminado el pericón, llegó Hipólito con una escalera y encendió la luz de los faroles, pues la pared del fondo, en el lado del poniente, proyectaba una sombra que oscurecía al local.
334 Había sido el guitarrero un gaucho duro de boca: yo tengo paciencia poca pa aguantar cuando no debo; a ninguno me le atrevo, pero me halla el que me toca. 335 A bailar un pericón con una moza salí, y cuanto me vido allí sin duda me conoció; y estas coplitas cantó como por raírse de mí: 336 las mujeres son todas como las mulas; yo no digo que todas, pero hay algunas que a las aves que vuelan les sacan plumas.
Unas veces era el pericón ó el gato, antiguos bailes argentinos, lo que danzaban los hijos del país; pero las más de las noches la cueca chilena enardecía horas enteras, con su palmoteo y sus gritos, al público del boliche. El dueño del establecimiento entregaba dos guitarras, guardadas cuidadosamente debajo del mostrador.
¿Qué vas a tocar? No sé, ché, Melchor... estoy pensando. ¡Toca el pericón nacional!... que es de circunstancias. No lo sé... ¿Y los tristes argentinos... que son tan lindos? Tampoco... de memoria no los recuerdo. ¡Bueno! toca lo que te dé la gana. El quinto nocturno...
47 Áhi comienzan sus desgracias, áhi principia el pericón, porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón. 48 Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos; si gustan... en otros cantos les diré lo que he sufrido, después que uno está... perdido no lo salvan ni los santos. III Sirviendo en la frontera.
En la mano, que, en vez de emplearse en humildes y rudos trabajos domésticos, se diría que había estado conservada entre algodones, como delicada joven, tenía un pericón que manejaba con mucha gracia. El asombro que causó su entrada en la iglesia bien se puede decir que durante tres o cuatro minutos turbó el orden y la tranquilidad que allí reinaba.
El no iba á molestarse con un viaje cada vez que se le ocurriese averiguar el peso de un cuero suelto... Un piano entró en la estancia, y Elena pasaba las horas tecleando lecciones con una buena fe desesperante. «¡Ira de Dios! ¡Si al menos tocase la jota ó el pericón!» Y el padre, á la hora de la siesta, se iba á dormir sobre su poncho entre los eucaliptos cercanos.
192 Supe una vez por desgracia que había un baile por allí, y medio desesperao a ver la milonga fui. 193 Riunidos al pericón tantos amigos hallé, que alegre de verme entre ellos esa noche me apedé. 194 Como nunca, en la ocasión por peliar me dio la tranca. Y la emprendí con un negro que trujo una negra en ancas.
Y tras el pericón vino un triunfo, donde se floreó aquel que fue héroe en el gato y que endilgó estas indirectas a su moza: Dicen que las heladas Secan los yuyos, ¡Ansí me voy secando De amores tuyos! ¡Este es el triunfo, madre Dueña del alma; Más quiero dulce muerte Que vida amarga! ¡Ni aunque todos se opongan Los doloridos, No hay dolor que se iguale Al dolor mío!
Palabra del Dia
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