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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


¡Consejos!... que no se cumplen le interrumpió a Lorenzo don Casiano, agregando: y, ¿qué van a tomar los señores?... ¿Querrán leche recién ordeñada?... ¿o un matecito?... Usted estaba «mateando», don Casiano le dijo Melchor. Seguiremos... si ustedes gustan contestó levantándose y aproximándose a una ventana, en la que, alzando la voz, dijo: Pampita, trae mate, hijita.

Y dirigiéndose a la puerta con gran satisfacción de Luisa, que no apartaba los ojos del cuervo que golpeaba los cristales con las alas, dijo alzando el cetro: Dos veces... Y salió. Hullin prorrumpió en una sonora carcajada.

Los dos quedamos mudos por algunos instantes; yo contemplándola estupefacto; ella con la cabeza baja y sin abandonar mi brazo. ¿Pero dónde va V. á estas horas? Me voy con V. respondió alzando la cabeza y sonriendo como si dijese la cosa más natural del mundo. ¿Á dónde? ¡Qué yo! Donde V. quiera. Á un mismo tiempo sentí escalofríos de placer y de miedo. ¿Ha huido V. de su casa?

Antes de llegar a la puerta del gabinete de su padre, la Amparo se interpuso delante de ella, pálida, mirándola fijamente, con ojos agresivos. ¿Dónde va usted? preguntó con voz ligeramente ronca por la emoción. ¿Quién es usted? respondió la dama alzando la cabeza con soberano desdén y mirándola de arriba abajo. Yo soy la señora de esta casa repuso la malagueña poniéndose aún más pálida.

Cuando me levanté, vi que Roberto había salido del cuarto. Marta me esperaba con los ojos brillantes de impaciencia y de inquietud: quería saber que yo admiraba a su hijo. ¿No es verdad que es lindo? balbució, alzando hacia sus débiles brazos.

Su señora madre, digo, su madrastra, reconoció que su madre, la primera Galba, era legal y moralmente su tutora, y aunque muy a pesar de sus inclinaciones y afectos, la colocó de nuevo bajo la tutela de aquélla. Mi madrastra se volvió a casar antes de cumplir el mes de la muerte de mi padre, y me envió a casa dijo Carolina, alzando ligeramente la cabeza y con mucha intención.

Aquí no hay más que mucha hambre decía uno de los curas de tropa alzando la voz en la mesa inmediata . La guerra no se acaba porque los militares van muy a gusto en el machito. Los de acá y los de allá no están por la paz. ¿Pero qué me dicen ustedes a que he visto aquello?

¿Cómo lo sabe usted? murmuró ella impresionada por aquel hondo acento . Pues a se me figura que en las estrellas, que son tan bonitas y lucen tanto, no ha de haber penas, ni riñas, ni muertes, como acá.... ¡Si allí debe de ser la gloria! afirmó alzando la mano, para señalar al refulgente globo de Júpiter.

Clara vaciló un instante, pero al cabo dijo alzando los hombros: Está bien; pásalo al salón. Y entregando su hijo a la niñera fuese a ver quién era el visitante. Cuando puso el pie en el salón una ola de rubor subió a sus mejillas. En medio de él, grande, colosal, más colosal aún que antes, se hallaba el marquesito del Lago. Este se puso también fuertemente colorado al verla.

Cállate, cállate y no me saques la cólera, que al oírte decir que quieres a una tiota chubasca, me dan ganas de ahogarte, más por tonto que por malo... y al oírte hablar de conciencia en este tratado, me dan ganas de... Dios me perdone... ¿Sabes lo que te digo? añadió alzando la voz , ¿sabes lo que te digo? Que desde este momento vuelvo a tratarte como cuando tenías doce años.

Palabra del Dia

vengado

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