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Actualizado: 25 de julio de 2025
Sí, cuando supe que había muerto, cuando supe cómo había muerto en el acto, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ¡y seré soldado!... Mi padrino, y vos, señora, os ruego que no os opongáis... El niño se echó a llorar en una verdadera crisis de desesperación. La Condesa y el abate lo calmaron con dulces palabras.
Sesenta y dos años contaba el abate Constantín, y mucho dinero había pasado por sus manos para no permanecer en ellas largo tiempo, es verdad; pero este dinero lo recibía por pequeñas cantidades y la sospecha de una ofrenda semejante no le cabía en la cabeza. ¡Dos mil francos! Jamás tuvo dos mil francos en su poder, ni mil siquiera.
22 El hombre iracundo levanta contiendas; y el furioso muchas veces peca. 23 La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra. 25 El temor a los hombres es peligroso; mas el que confía en el SE
Yo soy un pobre cura que sólo sabe cumplir como buen trabajador. Debía usted imitar dijo Ojeda a ese abate francés que tanto entusiasma a las señoras. ¡Cállese, señor! protestó el cura . Yo no sirvo para titiritero. Los españoles no sabemos hacer comedias: tenemos más seriedad... ¡Yo soy muy hombre!
Ella parece que nos aproxima, insensible y dulcemente, al trono donde el Altísimo tiene su asiento. 27 de abril de 1826. Mi cuñado, el abate Lamartine, ha muerto; hacía bastante tiempo que su vida era una prolongada espera de este momento. Espero que Dios habrá sido misericordioso para el hombre que tanto lo había sido para su prójimo.
Ella fue quien reconstruyó la iglesia, ella quien mantenía la botica del presbiterio a cargo de Paulina, la sirvienta del cura, ella quien, dos veces por semana venía en su gran landó, cubierto de vestiditos de niños y gruesas enaguas de lana, a buscar el abate Constantín para salir a caza de pobres, como ella decía. El anciano sacerdote continuó su camino pensando en todo esto.
Dadme a Juan dijo al abate Constantín, dádmelo hasta el fin de sus estudios; yo os lo traeré todos los años durante las vacaciones. No es un servicio que os ofrezco, sino un servicio que os pido. No puedo desear nada mejor para mi hijo.
Apartó los ojos con horror. Del cielo viene el rayo que nos abate, del mar viene la ola que nos traga, del campo la dentellada de la fiera o la puñalada del bandido. ¡Pero de allí...! ¡ah, de allí viene el daño que no puede explicarse, la agonía sin muerte, el dolor increíble! Permaneció algún tiempo perdido enteramente en una meditación profunda.
La agitación de estas luchas civiles y el afán de hacer algo por una causa justa, me distraen haciéndome llevadera la vida; pero la soledad del pueblo me abate y entristece de tal modo que si yo pudiera llorar, lloraría sobre los muros de mi casa desierta. Si al menos encontrara allí familia, algún pariente, amigos, antiguos criados... pero no; nadie.
El hombre de más influencia en la alta sociedad bonaerense era el señor Penseroso: un abate griego, de Atenas, un hombre distinguidísimo, suave como una alondra, agudo y penetrante como una aguja: con su rostro de mártir, y un ojo apagado que no revelaba por cierto toda la agilidad y la hondura de que aquel sacerdote estaba dotado.
Palabra del Dia
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