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Actualizado: 25 de julio de 2025


Bettina se separó suavemente, y dirigiéndose al abate: Ahora, señor cura, tengo aún algo que pediros... quisiera... quisiera... ¿Quisierais?... Que me besarais, señor cura. El anciano sacerdote la besó paternalmente en las dos mejillas. Muchas veces me habéis dicho, señor cura, que Juan era como vuestro hijo. Yo también, no es verdad, seré un poco vuestra hija, y así tendréis dos hijos.

Es una verdad, señor, que de dos ó tres años á esta parte, la señorita ha cambiado completamente. En otro tiempo era alegre como un pájaro y ahora, podría decirse, que hay algo que la apesadumbra; pero no creo, salvo mis respetos, que sea su amor por ese señor lo que la abate. Usted tampoco parece muy tierno por el señor de Bevallan, mi buen Alain. Es de una excelente nobleza, sin embargo...

Esperó al regimiento al pasar, pero Juan no se detuvo más que un instante; ¡llevaba un aire tan triste! Hace algún tiempo que el abate nota que Juan no tiene ya su alegría y buen humor de antes. Mas no se ha inquietado mucho, creyendo sería una de esas penas pasajeras de la juventud, que no interesan a un pobre cura viejo. Pero hoy la preocupación de Juan es muy notable.

Le dijeron con toda franqueza y cordialidad: «Seréis nuestro amigo.» ¡Era lo que él deseaba! ¡Ser su amigo! Y lo sería. Durante los diez días siguientes todo conspiró para el éxito de esta empresa. Zuzie, Bettina, el abate y Juan vivieron con la misma vida, en la más estrecha y confiada intimidad.

Me lo prestó una señora algo devota que tiene empeño en que yo admire al abate.

El abate Constantín comenzaba a volver en , a tranquilizarse; pero, sin embargo, estaba aún demasiado conmovido para cumplir correctamente con sus deberes de dueño de casa; por eso Juan tomaba la dirección de la modesta comida de su padrino.

No tengo lástima de tu miseria, y vengo á conocerte, nada más que á conocerte. Señor, yo... Lázaro no encontraba, la fórmula de una explicación. Coletilla sabía por el abate don Gil lo que había sucedido á su sobrino. por qué te han puesto aquí. Un amigo que siguió tus pasos esta mañana me lo ha contado todo. Has levantado la voz en medio de una turba de charlatanes, y te han cogido preso.

Voy, voy al momento. Cerraré la puerta y me llevaré la llave. No importa. Las señoras tienen otra. Vamos. El abate había conseguido su objeto, que era alejar á Coletilla de la casa aquella tarde, para que Clara se quedase sola. En tanto las esfinges se acercaban al término de su viaje, y Lázaro las seguía, revolviendo en su mente el plan que en un momento de colérica inspiración había concebido.

Del discurso pronunciado por Pailleron, director de la Academia, sacamos el juicio sobre El Abate Constantín: «...De este género fino hasta refinado, de esta literatura elegante y discreta, vuestro volumen Dos matrimonios es quizá el tipo más acabado, ejemplar más simpático, pero el tiempo me ha sido contado para que pueda detenerme.

El obispo italiano dilataba su cara con un gesto de contento infantil; el abate francés sonreía inquieto, como si viese nacer un temible rival; don José agradecía la alusión, admirándolo con patriótico orgullo. «¡Qué don Isidro tan vivo!... ¡Si yo tuviese su labia para las señorasAl terminar el concierto, la gente se esparció por la cubierta, ansiosa de respirar aire libre.

Palabra del Dia

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