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Y de allí zarpó la magnífica armada de dieciocho bajeles, tan poderosos y bien artillados que, como dice Gil Vicente en su auto, no podían menos de hacer temblar al turco. A poco de la partida de la Infanta doña Beatriz, la corte se fue a Cintra, deliciosa residencia de verano. Morsamor, como gran forastero, siguió a la corte, acompañado de su doncel Tiburcio.

Pensó tristemente en el amor perdido, pero pensó al mismo tiempo, con doloroso titubeo, en lo que podría ver al entrar en su casa. Poco antes de la puesta del sol zarpó el vapor francés. Hacía muchos años que Ulises no navegaba como simple pasajero. Vagó desorientado por las cubiertas entre la muchedumbre viajera.

Manteniendo su rumbo a Levante la armada de la Liga, dejando atrás la Fosa de San Juan, llegó el 26 de Setiembre a Corfú, de donde zarpó el 28. Aguardaba en el golfo de Lepanto la escuadra del turco.

Sabemos igualmente que participó en la jornada de las Islas Terceras contra los portugueses, campaña que tuvo menos de dos meses de duración, desde el 23 de junio de 1583, en que zarpó de Lisboa la armada de don Alvaro de Bazán, hasta el 15 de setiembre, en que regresó a Cádiz.

Una mañana muy temprano levó anclas su nave y zarpó del puerto de Málaga, después de despedirse él para Tiro. Fuera ya la nave del puerto, se quedó, muy cerca de la costa, hacia el Oeste, dando bordeadas como para ganar mejor viento. Así trascurrieron algunas horas, hasta que llegó aquélla en que la gentil Echeloría bajaba a bañarse en la mar. Entonces saltó Adherbal en una lancha ligerísima con ocho remeros pujantes y otros dos hombres de la tripulación, grandes nadadores y buzos, y de los más ágiles y devotos a su persona. Con la lancha se acercó cautelosamente, ocultándose en las sinuosidades de la costa y al abrigo de las peñas y montecillos, hasta que llegó cerca del lugar donde Echeloría se bañaba, creyéndose segura y con el más completo descuido. Los nadadores se echaron entonces al agua, zambulleron, surgieron de improviso donde Echeloría estaba bañándose, se apoderaron de ella a pesar de sus gritos, que pronto terminaron en desmayo causado por el suato, y en aquella disposición, hermosa e interesante como una ondina, se la llevaron a la lancha, donde Adherbal la recibió en sus brazos, y luego la condujo a bordo de su nave.

El principal motivo de estos abandonos de buque son sin duda las tempestades y los incendios que dejan a la deriva negros esqueletos errantes. Pero hay otras causas singulares entre las que se puede incluir lo acaecido al María Margarita, que zarpó de Nueva York el 24 de Agosto de 1903, y que el 26 de mañana se puso al habla con una corbeta, sin acusar novedad alguna.

Y acontecía, que habíase olvidado Cervantes de Margarita como si nunca la hubiese visto, y que para su corazón y su memoria no existía otra cosa que la muerta doña Guiomar. Entretúvose don Juan de Austria en Messina con las grandes fiestas que en honra suya se hicieron, y otrosí, ordenando y acabando de aprestar su armada, hasta que esta zarpó el día 5 de Setiembre.

La expedicion zarpó el 15 de Diciembre de 1778, con cuatro buques, y en tan mal estado, que el mayor de ellos hacia 40 pulgadas de agua por hora al salir del puerto; asi es que emplearon cinco dias para desembocar al Océano. Con tan infáustos auspicios se emprendió la grande obra de la colonizacion de Patagónia! Ni se variaron despues.

Doña Ana continuó: Amaba yo á don Hugo por cuantas razones puede amar á un hombre una mujer; me enamoraba y me enorgullecía. Pero fuí muy desgraciada en mis amores. No los logré. ¡Cómo! ¿Pues no sois su viuda? Oíd, señor, oíd: cuando estuve ataviada como una dama, don Hugo zarpó de nuevo y tomó rumbo para Barcelona; durante la travesía me trató con el mayor respeto.

Decidido, pues, Miguel de Zuheros, y habiendo infundido en los de la nave confianza en su decisión, dejó en Macao al señor Vandenpeereboom y a Fray Juan de Santarén, haciendo el uno negocios, y haciendo sermones el otro, y zarpó con su nave con rumbo hacia la desconocido. Mientras más se piensa en ello más axioma parece la sentencia de don Hermógenes, declarando que todo es relativo.