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Gumersindo, siempre que de esto se le hablaba, echábalo a broma, confiando en la buena mano que tenía su mujer para todo. «Verán decía , cómo saca ella de debajo de las piedras siete yernos de primera». Pero la fecunda esposa no las tenía todas consigo.
Le interesan los políticos, los que mandan o los que estén a punto de mandar, por lo que puedan influir en la seguridad de los empleos de sus yernos y, ante todo y sobre todo, por las probabilidades que el juego político, en su trabajoso ajetreo, ofrezca a Eleuterio para acercarse a la anhelada y merecida cartera de Agricultura, para resolver ya es hora eso del maíz.
Mandó el rey a buscar a Pedro y a Pablo, porque ellos no más le podían decir quiénes eran los padres de Meñique, y si era Meñique persona de buen carácter y de modales finos, como quieren los suegros que sean sus yernos, porque la vida sin cortesía es más amarga que la cuasia y que la retama.
Fueron de la expedición los hijos, yernos, hijas, nueras y nietos de D. Acisclo, el cura, el médico, doña Luz, doña Manolita y Pepe Güeto, y otras varias personas. Los que no cupieron en los vehículos de ruedas, fueron a caballo o en burro. El P. Enrique llegó bien y fue recibido con vivas por aquella turba, en el andén de la estación. En el lugar fue un triunfo su entrada.
Una comedia de Antonio Coello, Yernos de naturaleza y aciertos de la fortuna, con licencia de 1634, se guarda en la Biblioteca del duque de Osuna. He visto representar esta comedia en España; pero como no la tengo á mano, no la recordaría suficientemente, si no hubiese recurrido al análisis, que hace de ella el escritor citado en La Revue des deux mondes.
A más de esta sociedad cotidiana, no se negaba doña Luz a asistir a otras de más ancha base. Los hijos, hijas, nueras y yernos de D. Acisclo, con crecida y numerosa prole, sus consuegros y consuegras, compadres y comadres, formaban una caterva con quien era menester alternar.
Traed vos dineros, Sancho, y el casarla dejadlo a mi cargo; que ahí está Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho, mozo rollizo y sano, y que le conocemos, y sé que no mira de mal ojo a la mochacha; y con éste, que es nuestro igual, estará bien casada, y le tendremos siempre a nuestros ojos, y seremos todos unos, padres y hijos, nietos y yernos, y andará la paz y la bendición de Dios entre todos nosotros; y no casármela vos ahora en esas cortes y en esos palacios grandes, adonde ni a ella la entiendan, ni ella se entienda.
Todo el mundo tiene siempre razón, Petrona. Es lo que digo yo. Y todo el mundo... Pero no se sabe nada. No hay forma de saber nada. Y lo que más me alarma es que los muchachos, mis yernos, se queden en la calle... ¿Tú crées?... ¿Y cómo no?... ¿No están seguros?... ¡Qué esperanza!... Se dice que en las reformas va a caer medio mundo. ¡Figúrate! ¿Qué va a ser de las muchachas?
¿No tienen posición tus yernos? Ni donde caerse muertos; el empleo, y nada más. El de Margarita, el que está en el ministerio, está muy considerado; pero... ¡vete tú a saber lo que pasará! Parece que más bien ha sido demócrata.
La exposición seria y concienzuda que nos hizo del carácter de cada uno de sus yernos y nueras duró cerca de una hora. El catalán, cuando lo juzgó conveniente, hizo de la capa almohada y se tendió a lo largo, y no tardó en roncar. Yo me vi obligado a escucharle largo rato aún, si bien a la postre concluí por pensar en mis asuntos, dejándole despacharse a su gusto.
Palabra del Dia
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