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Delante de los ojos la tenía, tendida en el suelo, inmóvil, helada, con esa monstruosa mancha de sangre en la pálida sien, y una ansia mortal lo sofocaba, porque quería creer que la muerte no la había destruido enteramente; quería creer que su alma milagrosa vivía aún, velaba sobre él, le repetía sus palabras de fe y perdón; pero no podía, porque si la voz suave que todavía le hablaba al oído le persuadía de que , la ultrahumana vida de aquella alma no bastaba a consolar su existencia: sus ojos mortales tenían necesidad de ver; sus oídos mortales tenían necesidad de oír, sus manos necesitaban estrechar aquellas otras manos, tocar el ruedo de aquella falda, ¡y esa necesidad iba a quedar satisfecha para siempre! ¿Perdonar a los asesinos? ¡Su deber era vengarla!

¡El rey! , el rey ama á doña Clara: tibiamente, eso ; pero la ama cuanto puede amar, como no ha amado á ninguna mujer... ya ves: cuando siendo tan devoto y tan temeroso de Dios se ha atrevido á arrojarse á pretensiones... la mujer que ha sido capaz de sacar de quicio á su majestad, tiene no qué poder, que Dorotea no tiene... Dorotea, pues, amando al marido de doña Clara es una mártir, y ya que no puedo evitar su martirio, quiero vengarla, y la vengaré.

De aquellas once mil, una cabeza Los ingleses tambien en aquel dia A mal echaron! ¡Santa y rica pieza! ¿Quien duda á Dios la Virgen le diría, "La injuria á vos, Señor, bien se endereza, Y contra vos el mal se cometía, Pues sois para vengarla poderoso, Destruya vuestra diestra al flagicioso."

Si la ría pudiera ruborizarse no dejaría de hacerlo al oírse calificar tan hiperbólicamente de inmensa llanura, si no es que creyéndolo broma de mal género lo echase a mala parte y se enojase seriamente. De todos modos, el viento se encargó de vengarla arrebatando de improviso el sombrero del inspirado cantante y cortando el arroyuelo, por no decir el torrente, de su voz.

Y aunque no hubiera idolatrado en vida a la víctima y ansiado después vengarla, ¿no debían incitarle a salvar a la inocente y desenmascarar al culpable ese amor a la justicia y esa sed de verdad que la difunta le había inspirado?...

Mutileder había tenido ya tiempo para meditar, reflexionar y hacer severo examen de conciencia, y no se absolvía, sino que se condenaba por débil, perjuro y desleal, en grado superlativo. A veces quería disculparse consigo mismo, y no lo lograba. «Yo, decía, sigo amando a Echeloría, y Chemed no obsta para ello. Voy a buscar a Echeloría, a libertarla y a vengarla, y Chemed me ayuda en mi empresa.

Si ante el cadáver de Florencia había sentido desgarrársele el corazón; si la increíble idea de no verla más le había casi enloquecido; si la impotencia para vengarla le había roído las entrañas; si el miedo de haber sido él la causa de su muerte había ido a agravar con atroces remordimientos su dolor ya harto grave, todo eso podía haberle hecho creer que ya había llegado al término de una prueba tan cruel; pero un nuevo sentimiento de horror le asaltaba de pronto.

Recogióse en su Rancho ofreciendo á Dios su vida en sacrificio por el bien de aquellas almas, y estuvo toda aquella noche esperando le viniesen á matar; mas Nuestro Señor le libró para otras cosas de su servicio, porque avisados los infieles por la dicha india de que el Padre Misionero sabía ya sus intentos, no se atrevieron á darle la muerte, recelando también no viniesen luego los españoles á vengarla.

En esto se oyeron muy cercanos los ladridos de un perrazo. La del alcalde, pensando que era el de su huerta, que venía a vengarla, comenzó a gritar: ¡Aquí, chucho, aquí!... ¡

La última vez cerca del suplicio... allí me miró haciendo un gesto espantoso, y con una voz ahogada y ronca me gritó: «¡VéngameAquella palabra... no la puedo olvidar... aquella palabra se grabó en mi alma, en todos mis sentidos, y yo juré vengarla de una manera horrorosa. MANRIQUE. , ¿y la vengasteis... es verdad? Tendría un placer en saberlo. Mil crímenes, mil muertes no eran bastantes.