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Yo, por no haber otro quehacer, la saqué y la leí: la cual pongo aquí, por haberme parecido aguda y conveniente a lo que se quiso reprehender en ella. Decía de este tenor: Premática contra los poetas hueros, chirles y hebenes. Dióle al sacristán la mayor risa del mundo, y dijo: "¡Hablara yo para mañana! Por Dios que entendí hablaba conmigo, y es sólo contra los poetas hebenes."

Trabaja usted demasiado, y yo no quiero que se canse, ¿sabe, gringuito?... Es mucho quehacer para un hombre solo. ¿Cuándo viene su amigo Robledo?... De seguro que estará divirtiéndose allá en París.

Esto no es de mi obligación, pero como la niña no quiere hacer este quehacer, aquí me tiene usted.... Por la noche, en torno de la mesa, mientras mi tía Pepa y Angelina hacían aquellas hermosas flores que han dejado perdurable fama en Villaverde, me instalaba yo, triste y contrariado, en un sillón, cerca de ellas, y sin decir palabra me engolfaba en la lectura de un libro ameno.

El gran círculo, centro de teósofos y de libres pensadores, formando al uso del liberalismo más avanzado, era por aquellos días piedra de escándalo para los piadosos timoratos villaverdinos, y dió quehacer y congojas al Cura y a sus vicarios, y mucha tela para sermones al bueno del P. Solís; y, qué más, hasta puso en manos del «pomposísimo» la pluma gloriosa del apologista.

Tía Pepa, siempre tan parladora, enmudeció como los pajarillos del corredor, silenciosos y tristes a la sazón por el cambio de pluma; la enferma nos parecía más abatida que de ordinario, y Angelina salía y entraba, arreglando los equipajes, mustia y cabizbaja. No cómo pude trabajar durante ese tiempo. Para colmo de males tuvimos quehacer de sobra en el despacho.

Lord Gray, que había puesto atención a lo que doña Flora nos contaba, repuso con malicia: Señora mía, deme usted licencia para retirarme, porque tengo una ocupación, un quehacer imprescindible no lejos de aquí. , vaya usted, vaya usted. Ahora deben estar en la discusión de los señoríos jurisdiccionales. Mucho ruido, mucho barullo en las tribunas.

No, señor, yo voy a quedarme, que tengo un quehacer. ¿Y es tan urgente que no pueda dejarlo para otro día? Así es, , señor, son datos que tengo que mandarle al patrón que me los ha pedido. ¿Por qué no le encarga ese trabajo a Hipólito? ¿En cuestión de cuentas? dijo Baldomero riéndose, y agregó: ése «no arrima ni bocha».

En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano. El pobre señor acogió a Juanito con una sonrisa de gozo. ¡Hombre, cuánto me alegro de verte...! no tendrás quehacer, ¿verdad?

Ya lo sabemos, dijo Sanjurjo. Hoy, si no fuera por un quehacer que nos ha salido, hubiéramos ido a allá. Al mismo tiempo hacía un signo de inteligencia a don Víctor. Pues Pepe debió de irse esta mañana con Fermo. Eso me dijeron al menos ayer noche. Los notarios se miraron consternados. ¡Qué le decía yo a usted, Sanjurjo! exclamó don Víctor.

¿Los amigos? Son amigas. Dos muchachas. ¿Las que dan quehacer a la señora Alacrana? Araceli dijo con inquietud ¿usted oyó el coloquio que conmigo tuvo aquella mujer?... Es una indiscreción. Los buenos amigos cierran los oídos al susurro de lo que no les importa. Yo estaba tan cerca, y la señora Alacrana se cuidaba tan poco de la presencia de un extraño, que no pude cerrar los oídos.