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La primera cuenta que acepta en secreto las pretensiones del príncipe de Ursino, y la segunda describe con fuego la pasión que le inspiró el hermano de Porcia, Don Alvaro, correspondida por él con igual vehemencia. Pero Don Alvaro se había embarcado después, recibiéndose á poco la noticia de haber naufragado el buque que lo llevaba, pereciendo todos los pasajeros.

Pobre y hambriento me abandonaron, y después de setenta años me encuentro igual en el mismo sitio. ¡Hermoso porvenir...! Sea usted honrado, trabaje usted mucho, para verse arruinado, sin otro recurso que pedir limosna en la puerta de San Juan a los hijos de mis amigos.... ¡Ay, mi pobre tienda...! Ha naufragado el barco, y el capitán debe morir. ¿Dónde está la veleta...? ¿Se la han llevado...? ¡Qué aprisa anochece...! ¡Cómo me rueda la cabeza...! ¡Viejo, que te caes...! ¡Señor...! ¡Señor...! ¡Así!

Esta única virtud la pongo humildemente a tu servicio por encima de mis tentaciones y de mis ansias.... Olvídame: hazte la cuenta de que nuestro barco de novios ha naufragado y te salvaste pura y sana, en la playa del olvido.... Si hoy te hago sufrir un poco, perdóname pensando que he tenido lástima de ti y me trato sin compasión al decirte adiós.... Fernando

Entonces me dijeron que habiendo salido otra balandra a reconocer los restos del Rayo, y los de un navío francés que corrió igual suerte, me encontraron junto a Marcial, y pudieron salvarme la vida. Mi compañero de agonía estaba muerto. También supe que en la travesía del barco naufragado a la costa habían perecido algunos infelices.

Si el padre prior dijo lo contrario, le obligaron a ello, como lo obligaron a decir en la misa rey constitucional. ¡Bien podrá ser! dijo el hermano. No será judío prosiguió la anciana , pero será un moro o un turco que habrá naufragado en estas costas. Un pirata de Marruecos repuso el buen fraile ; ¡puede ser!

Aquella mujer comía tanto, tanto...que solo puedo comparar su glotonería á la sed de brandy de su compatriota mareada. Otro tipo femenino bien curioso era el de una Inglesa de la sangre caliente, fenomenal, que no se daba por notificada de sus sesenta inviernos. Habia naufragado recientemente en las Antillas, y referia el episodio terrible con una frescura singular.

Si yo hubiera naufragado aquella noche, vosotros también habríais segado mi cabeza, aun cuando no llevase una corona. Se la venderíais a mis hijos y os la pagarían bien. ¡No diga, tal señor! Se la presentaríamos en una fuente de plata cuando estuviesen sentados a la mesa. Y se la comerían como un rico manjar. Don Pedrito diría: ¡Yo quiero la lengua!

A me conmueve la piedad de los hombres de mar que vienen aquí descalzos, trayendo su recuerdo á la Virgen, por haber estado próximos á naufragar y no haber naufragado. Gran cosa es la fe. Lo mismo que á ellos, les ocurre casi todos los días á marineros ingleses, suecos ó americanos que son protestantes ó no son nada, y se salvan á pesar de no tener una Virgen de Begoña á quien recomendarse.

Hemos naufragado en estas costas, arrojados por la tempestad, y trataba de llegar al río Durga, para luego ir a las islas Arrú y desde allí volver a mi patria. ¿Y no has visto a los arfakis? Ni a uno siquiera. ¿Qué es lo que ha ocurrido a mi hijo? ¿Pero cómo quieres que lo sepa? ¿Son amigos tuyos los arfakis? Si los hubiera encontrado, me habrían comido.

De Dios, pues si encontráramos españoles, estos, sin sacerdotes tantos años, estarán con muchos errores en la y las costumbres, como el pueblo de las 400 casas, que dice el clerigo agradecido Ordoñez, que encontró hácia Filipinas, de un navio que habia naufragado 70 años antes, que tenian su cabildo é iglesia, á donde iban á rezar todos los dias de fiesta en lugar de misa, por no tener sacerdotes.