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En lo alto de la casa habia otro poncho revuelto, y atado con una faja de lana de colores, y de ella salia un palo largo como veleta, de que pendian ocho borlas largas de lana amusca. Segun estas señas, los difuntos eran de la nacion Puelche.

Sin embargo, Miguel no transigió con el parecido, y hasta se indignó. ¡Pero qué enamorado estás, Miguel! exclamó Julita sonriendo maliciosamente. Así me gusta... Ya era tiempo de que la veleta quedase fija un instante... ¿Sabes que si yo estuviese en la piel de esa niña las habías de pagar todas juntas? Lo creo repuso el joven riendo.

El calvatrueno que adornó a la Mancha de más despojos que Jasón decreta; el jüicio que tuvo la veleta aguda donde fuera mejor ancha, el brazo que su fuerza tanto ensancha, que llegó del Catay hasta Gaeta, la musa más horrenda y más discreta que grabó versos en la broncínea plancha, el que a cola dejó los Amadises, y en muy poquito a Galaores tuvo, estribando en su amor y bizarría, el que hizo callar los Belianises, aquel que en Rocinante errando anduvo, yace debajo desta losa fría.

La hueste de mendigos descansa al sol ante el portal de la casona y se tiende por la orilla del camino aldeano. Sobre la veleta del hórreo, el gallo clarinea, en el sol, dorado y soberbio. ¡De toda la vida lo recuerdo! Al son de las doce repartíase el pan y las berzas a los pobres que acudíamos a este portal. Era una caridad de fundación. Venía desde los difuntos señores que levantaron la casona.

Y eso por ti... ¡por ti, que te portas peor que una gitana! ¡por ti, veleta!... Exaltándose a impulsos de su ira, hablaba de la tristeza de Rafael, del gesto lloroso con que había implorado su auxilio, de la angustia con que aguardaba el resultado de su mediación. Pero no pudo hablar más.

Un día contemplaba en viejo campanario la ligera veleta de su eterno girar, y pensé que es veleta el hombre en su calvario que gira sin descanso en constante penar. Y, si acaso, hay momentos de calma lisonjera que de gozo inocente nos hacen sonreir, son momentos fugaces que con la primavera dejan triste recuerdo en el pecho, al partir.

Desde entonces ocupa aquel puesto, negro, flaco y desplumado, azotado por la lluvia y empujado por el viento, del que guarda siempre la cola. Ya no se llama Medio pollito, sino veleta; pero sépanse ustedes que allí está pagando sus culpas y pecados; su desobediencia, su orgullo y su maldad.

Conocía muy bien la criada este fácil girar de los pensamientos y la voluntad de su señora, a quien comparaba con una veleta; y sin tomar a pecho sus displicencias y raptos de ira, esperaba que cambiase el viento. En efecto, este variaba de improviso, rolando al cuadrante bueno; y si en un momento la malva se había convertido en cardo, en otro momento tornaba a su primera condición.

¡Ah!, cosas triviales, sin importancia, amigo. A , cualquier viento me hace girar como a una veleta.... Las velas de «este navío» se hinchan con todas las brisas que pasan. Estaba Fernando tan risueño y gentil como de costumbre, tan dueño de la situación como solía estarlo. Salvador, en cambio, tenía conmovido todo el cuerpo a impulsos de toda el alma.

Pobre y hambriento me abandonaron, y después de setenta años me encuentro igual en el mismo sitio. ¡Hermoso porvenir...! Sea usted honrado, trabaje usted mucho, para verse arruinado, sin otro recurso que pedir limosna en la puerta de San Juan a los hijos de mis amigos.... ¡Ay, mi pobre tienda...! Ha naufragado el barco, y el capitán debe morir. ¿Dónde está la veleta...? ¿Se la han llevado...? ¡Qué aprisa anochece...! ¡Cómo me rueda la cabeza...! ¡Viejo, que te caes...! ¡Señor...! ¡Señor...! ¡Así!