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Se trataba de magnetismo, espiritismo, magia, etc. y las palabras volaban por el aire como los cuchillos y las bolas de los juglares: ellos los arrojaban y ellos los recogían. Aquel año llamaba mucho la atencion en la feria de Kiapò una cabeza, mal llamaba esfinge, espuesta por Mr. Leeds, un americano.

Los podían tomar por hombres, dotados de las mismas pasiones y flaquezas que los otros. Entonces Ben Zayb, con su ingenio de periodista, prometió que suplicaría á Mr. Leeds no dejase entrar al público mientras estuviesen dentro: bastante honor le harían con la visita para que no se prestase, y todavía no les ha de cobrar la entrada.

Y se internó de nuevo en una larga explicacion, y como no tenía delante ningun espejo que pueda comprometer su teoría, insertó todos los disparates posibles que acabó por no saber él mismo lo que se decía. Enfin, ya verán ustedes como todo es cuestion de óptica. Mr. Leeds, un verdadero yankee, vestido todo de negro, les recibió con mucha deferencia.

Ese mal crónico y profundo de la miseria y del vicio, fruto de la ignorancia de las masas, de la desigualdad de las condiciones sociales y de las leyes de privilegio, se palpaba y se palpa aún con suma intensidad, no solo en Londres, sino en Liverpool, Birmingham, Leeds, Manchester, Glasgow y otros de los grandes centros de población y movimiento industrial.

Aquí fué el barrullo; la sala parecía un hospital, un campo de batalla. El P. Salví parecía muerto y las señoras viendo que no acudían á ellas tomaron el partido de volver en . Entre tanto la cabeza se había reducido á polvo y Mr. Leeds colocaba otra vez el paño negro sobre la mesa y saludaba á su auditorio.

Leeds desapareció por una puerta y al cabo de algunos segundos volvió con una caja de madera oscura, carcomida, con algunas inscripciones representadas por aves, mamíferos, flores, cabezas humanas, etc. Señoras y señores, dijo Mr. Leeds con cierta gravedad: visitando una vez la gran pirámide de Khufu, faraon de la cuarta dinastía, con un sarcófago de granito rojo, en un aposento olvidado.

Sus paños y demas géneros de lana son principalmente consumidos en América y por el ejército belga, y puede decirse sin exageracion que Verviers es «la Leeds de los BelgasLa ciudad adelanta muy visiblemente, y en ella misma se fabrican las máquinas necesarias para los hilados y tejidos.

¡Memento, homo, quia pulvis es! murmuró el P. Irene sonriendo. ¡P ! soltó Ben Zayb. El tenía preparada la misma reflexion y el canónigo se la quitaba de la boca. No sabiendo qué hacer, prosiguió Mr. Leeds cerrando cuidadosamente la caja, examiné el papiro y dos palabras de sentido para desconocido.

Simoun había desaparecido, nadie le había visto. ¡Puñales! dijo el P. Camorra; ¡que tacaño es el americano! Teme que le hagamos pagar la entrada de todos en el gabinete de Mr. Leeds. ¡Quiá! contestó Ben Zayb; lo que teme es que le comprometan. Habrá presentido la guasa que le espera á su amigo Mr. Leeds y se desentiende.

Gotas de sudor empezaban á brotar de su descarnada frente, pero ninguno lo notaba, vivamente distraidos y emocionados como estaban. ¿Y cómo fué la trama que contra urdieron los sacerdotes de tu país? preguntó Mr. Leeds. La cabeza lanzó un gemido doloroso como salido del fondo del corazon y los espectadores vieron sus ojos, aquellos ojos de fuego, nublarse y llenarse de lágrimas.