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El sacerdote comenzó a murmurar sus oraciones entre aquellos hombres emocionados, con la cabeza baja, puestos los pies sobre un vaso flotante de acero debajo del cual existía una profundidad de varios kilómetros verticales de agua, un mundo de misterio que iba a tragarse como insignificante molécula el despojo humano.

Esta mañana me he detenido a la sombra de un viejo olmo, alrededor del cual, ciertos días de fiesta, los jóvenes, sin otro concierto que el que les daba un pobre músico ambulante, se reunían para dar muestras de su fuerza y agilidad, mientras que los ancianos, emocionados por los más deliciosos recuerdos, se contaban entre ellos algún acontecimiento notable de su juventud, ocurrido en semejante día.

Dentro de un mes, Amaury, el 1.º de agosto, me traerás a tu esposa y aquí pasaremos, como hoy, el día los tres juntos. En aquel instante, mientras Amaury y Antonia, muy emocionados contestaban al doctor cubriendo de besos y de lágrimas sus manos, se oyó un gran rumor en el vestíbulo y abriéndose la puerta de la estancia entró el criado José. ¿Quién viene ahora a molestarnos? preguntó Avrigny.

La atencion más grande se leía en los rostros de todos; el silencio reinaba. Se oían distintamente el ruido y la algazara de la calle, pero estaban todos tan emocionados que un trozo de diálogo que llegó hasta ellos, no les causó ningun efecto. ¿Porque ba no di podí nisós entrá? preguntaba una voz de mujer.

Hasta el príncipe almorzaba ó comía muchas veces en el Hotel de París, avisando á última hora por teléfono. Este desarreglo doméstico lo aceptaba Toledo como algo providencial. La servidumbre había experimentado una baja irreparable con la partida de Estola y Pistola. Una mañana se le presentaron, balbucientes y emocionados, sin sus fracs largos de faldones.

Estábamos emocionados; Zelayeta y yo, creo que hubiéramos vuelto a Lúzaro con mucho gusto, pero nada dijimos. Recalde no era de los que retroceden. Las dificultades y el peligro le excitaban. Proponiéndole volver no le hubiéramos convencido, y, tácitamente, los dos más reacios nos decidimos a obedecerle. Terco, pero sin arrebatos, Joshe Mari era hábil y marino de instinto.

¡De qué peso no libró a mi pecho aquella explicación! Todos estaban emocionados, cohibidos; mi madre, el señor de Montbreuse, Eudoxia misma, guardaban un silencio respetuoso. Tal es el imperio de la bondad y de la inocencia. No había ni una de aquellas almas soberbias que no se humillase involuntariamente ante aquella joven un momento antes despreciada.

Se baila en casa del señor Domingo me dijo el doctor. Buena ocasión para hacerle una visita, si a usted le parece, puesto que le debe usted agradecimiento. Tomamos el camino de Trembles a través de los viñedos, dulcemente emocionados por la influencia de aquella noche magnífica.

Gotas de sudor empezaban á brotar de su descarnada frente, pero ninguno lo notaba, vivamente distraidos y emocionados como estaban. ¿Y cómo fué la trama que contra urdieron los sacerdotes de tu país? preguntó Mr. Leeds. La cabeza lanzó un gemido doloroso como salido del fondo del corazon y los espectadores vieron sus ojos, aquellos ojos de fuego, nublarse y llenarse de lágrimas.