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Beatriz se sintió desfallecer, confundiendo en el mismo transporte la resurrección del Señor y la presencia del pálido mancebo, cuyo rostro figurósele, al pronto, la faz descarnada y admirable de la Pasión. Con las últimas palabras del Evangelio, Ramiro comenzó a retirarse, lentamente.

Tenga esto, para usted, pero guarde su lengua... Buenas tardes. Y reanudó apresuradamente su camino mientras la lavandera de pie al borde del agua movía maliciosamente la cabeza apretando la moneda en su descarnada mano. No había dado veinte pasos cuando Delaberge se volvió todavía para mirarla...

-A buena fe, señor -respondió Sancho-, que no hay que fiar en la descarnada, digo, en la muerte, la cual también come cordero como carnero; y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres.

Habíala tomado por una de esas pobres vergonzantes que a las altas horas de la noche extienden en silencio su mano descarnada al transeúnte que se retira solicitado por el descanso u hostigado por los vicios.

¿Qué enorme catástrofe de alma te engendró aquella gran sed, monstruosa y suicida? Una sirena encantadora cantaba en el fondo del vaso y no querías oír sino su voz emponzoñada de trágica Loreley. Y allí te esperaba la Muerte, la marioneta descarnada, todo blancura y piruetas, como la Colombina de tus fiestas galantes.

Las paredes, recubiertas de yeso, dejan ver la descarnada piedra a la manera de un pobre andrajoso que enseña las carnes a través de su vestido hecho trizas. En uno de los ángulos se halla un viejo clavicordio sobre el que hay papeles de música: es el Adiós del pueblo, composición de Juan Jacobo Rousseau.

Cualquiera, al ver salir del agua á la pobre criatura que toma los primeros baños, pálida, descarnada, atemorizada, con un temblor mortal, presiente lo rudo que ha de ser tal ensayo y el peligro que corren ciertas constituciones. Estad persuadidos que nadie irá á afrontar tan terrible suplicio si puede suplirlo en su propia casa y sin riesgo por medio de una suave y prudente hidroterapia.

Pero se sintió repelido por esta penumbra olorosa de cueva abierta moteada de luces, y siguió adelante, aspirando con delicia el aire libre. ¡Oh, lady!... ¡Buenos días! Una mano de mujer, descarnada y larga, estrechó la suya con una rudeza varonil. El sol hacía brillar los botones dorados sobre el paño color kaki de un uniforme de soldado inglés.

«Querido tutor: »Terminada mi carta oficial al señor de Avrigny, carta descarnada y seca como todo formalismo, ¿permite usted a su hijo que le hable con el lenguaje de la gratitud y de los sentimientos que llenan su corazón? »Amo a Magdalena y ella corresponde a mi afecto. Si hemos tardado tanto en hacerle a usted esta confesión, es porque nosotros no habíamos sondeado aún nuestras almas.

Un presentimiento cruel, indefinido, de desgracia, de muerte, de tristeza, le atravesó el pecho, y en intensa y rápida visión observó la fealdad de la vida sin virtud ni sosiego, como el caballero de la leyenda que, abrazado a una dama joven y hermosa, al oscilar la luz por la fuerza del viento la veía transformada en vieja, descarnada y hedionda.