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iDetente! insensato: aunque te halles fatigado de la vida, no manches nuestros pacificos valles con tu sangre culpable. Ven conmigo, yo no te dejare. Tengo el corazon desolado... Vaya, no me detengas mas... Me siento desfallecer... Las montanas dan vueltas delante de mi como si fuesen turbillones. Yo ceso de vivir... ?Quien eres? Yo respondere despues, ven conmigo. Las nubes se apaciguan.

Horrible es esto; pero hay allí lucha, y donde hay lucha hay siempre una esperanza, una probabilidad de vencer... Por eso sobrepuja a este horror aquel otro horror que suele encontrarse tras aquellas pupilas vidriosas, aterradoras en esos momentos, cual la puerta siniestra ante la cual se sintió Dante desfallecer y vacilar: el marasmo, la quietud horrible de un alma que se hunde poco a poco en lo eterno, dándose cuenta de ello, pero sin que crucen por su mente más que ideas triviales, bagatelas con que procura distraerse y divertirse, ocultándose a propia el abismo, hasta que la muerte descarga de súbito la guadaña, y despierta de improviso aherrojada ya en lo profundo del infierno. ¡Letargo letal, pendiente horrible que, sin un prodigio de la divina gracia, va a parar derecha a la condenación eterna!...

No quise levantar la vista del suelo, porque temía desfallecer; mas el silencio pavoroso y extraordinario que observé en torno mío, incitome a alzar los ojos. ¡Qué sorpresa y qué ventura! La calle estaba desierta. Fuera del cortejo que me rodeaba, ni una sola figura humana veíase cerca ni lejos.

Sin duda le has hablado a su mujer algo de testamento, y como estás un poquillo delicada aguardan tu muerte como agua de Mayo. Conque no te descuides. D.ª Carmen se puso mucho más pálida de lo que estaba al oir estas sangrientas palabras. Necesitó agarrarse a los brazos del sillón para no desfallecer. Lo que decía su marido era horrible, pero muy verosímil.

Con usted, señora, es bien fácil ser complaciente respondió Fabrice sonriendo con tristeza . Vamos, hable usted. Y le acercó una silla por cuanto advirtió que la vizcondesa estaba a punto de desfallecer. Señor Fabrice comenzó aquélla después de un breve silencio , me he enterado hoy de una cosa que me parece que tal vez le interese saber...

Inútil es agregar, que las señoras le aseguran una existencia honorable... ¡Y bien, hijo mío! ¿qué dice de todo esto? ¿Le hace sufrir más? Está tan pálido como un muerto... La verdad es, que estas noticias inesperadas habían excitado en tantas emociones agradables y penosas á la vez, que me sentía próximo á desfallecer.

Me dijo que se espantaron, que en un momento viéronse pequeños, mientras que los franceses se agrandaban, presentándose como una falange de millones de hombres; que los vivas al Emperador y los gritos de cólera eran tan furiosamente pronunciados, que parecían matar también por el solo efecto del sonido, y que, por último, sintiendo los de acá desfallecer su entusiasmo y al mismo tiempo un repentino, invencible cariño a la vida, abandonaron aquel puente mezquino, ardientemente disputado por dos naciones, y que al fin quedó por Francia.

Al otro día, sin tomarme una hora de verdadero descanso en aquella deplorable carrera que me conducía a la yacija como animal herido que se desangra y no quiere desfallecer en medio del camino; al otro día por la tarde, casi entrada la noche, llegué a Villanueva.

En aquel modesto despacho mantuvo por muchos años el fuego sagrado de la independencia cubana, sin que por un momento les hicieran desfallecer ni las disidencias entre sus propios amigos, muchos de los cuales creían utópica la revolución, ni el espectáculo de las fortunas que se acumulaban a su alrededor por todos los que consagraban su inteligencia y su autoridad a los negocios comerciales.

Estaba enferma; apenas si salía de su hotel; una enfermedad que roía sus entrañas, un cáncer al que había que domar con continuas inyecciones de morfina para que no la hiciera desfallecer y rugir de dolor con sus crueles arañazos. La desgracia la había hecho volver sus ojos a Dios; se arrepentía del pasado, quería verle...