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Pero que espejos quiere usted, si Juanito nos dice que la cabeza está dentro de una caja que se coloca sobre una mesa... Yo veo en ello el espiritismo porque los espiritistas siempre se valen de mesas y creo que el P. Salví, como gobernador eclesiástico que es, debía prohibir el espectáculo. El P. Salví estaba silencioso; no decía ni ni no.

Era de notar que siempre lo hacía en tono tan indignado y mostrando tal ira contra el Gobierno, que sus trabajillos gustaban en las redacciones y aun le produjeron algunos cuartos. Fue colocado, y durante una temporada corta se dedicó al espiritismo.

El criterio de la verdad sobrenatural, era, entonces como hoy, el hecho sobrenatural: el milagro, esto es, el absurdo cumplido, en teología, como en teosofía, en espiritismo, curanderismo o "christian science". El milagro cristiano se realizaba contra el diablo y los dioses paganos que se suponía ser sus representantes; luego, la primera cosa ratificada por el milagro era la preexistencia del diablo, pues sin esto aquello carecía de razón de ser.

Hubo un momento dijo Coca en tono confidencial y aun supersticioso, en que yo, ¡yo misma! llegué a creer en el capitán Pérez... Si no es por Laura, me convenzo de que hay espectros, transmigración de almas, espiritismo, telepatía, magia, ¡todo lo que se quiera!

Se trataba de magnetismo, espiritismo, magia, etc. y las palabras volaban por el aire como los cuchillos y las bolas de los juglares: ellos los arrojaban y ellos los recogían. Aquel año llamaba mucho la atencion en la feria de Kiapò una cabeza, mal llamaba esfinge, espuesta por Mr. Leeds, un americano.

Al día siguiente escribía un artículo en que hablaba de ciencias ocultas, del espiritismo, etc.; inmediatamente vino una orden del gobernador eclesiástico suspendiendo las funciones, pero ya Mr Leeds había desaparecido llevándose á Hong Kong su secreto.

Pero pasó el tiempo, y con él el espiritismo de Melchor, dejando el puesto a otros ideales más prácticos. Veía transcurrir los años sin que sus medios pecuniarios estuvieran en armonía con sus pretensiones, ni con aquel porvenir brillante que su buena madre le anunciaba. El no era rico, pero era preciso parecerlo; es decir, vestirse como los ricos, tratar con ricos.

Sentíase inclinado a creer en la metempsicosis y era capaz de fumarse en media hora una cajetilla de treinta y cinco si Barragán se la hubiera dado, que no se la daba. Sin embargo, cada lección podía costarle bien de tres a cuatro cigarrillos. Por fin Barragán cayó en el espiritismo.