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Ocupábase en escribir en un cartapacio, y de cuando en cuando se daba palmadas en la frente y se mordía las uñas, estando mirando al cielo; y otras veces se ponía tan imaginativo que no movía pie ni mano, ni aun las pestañas: tal era su embelesamiento.

Veíase en Peñascosa haciendo la vida de hidalgo desocupado, sometido como un niño de diez años a la autoridad despótica de su padre. Su espíritu imaginativo, soñador, no podía soportar aquella inacción. Comenzó a leer a hurtadillas novelas que le proporcionaba una señora que tenía estanquillo en la calle del Cuadrante.

A todo callaba Andrés, suspenso e imaginativo, y no acababa de caer en la traición de la Carducha.

Es cierto que se atribuyó, por un exceso imaginativo, la mitad del acto de su discípulo, pero concediéndole generosamente la otra mitad. De eso estaba seguro Pierrefonds. Recordaba con orgullo los aplausos del público dirigidos á su persona.... Pero este público ya no se acordaba de él. La muchedumbre parecía haber perdido la memoria.

Las graciosas pollas, en cuya tierna edad tanto valor tenían lo espiritual e imaginativo, no comprendían estas razones prácticas de la experimentada doña Cándida, y todo lo encontraban propio, bonito y adecuado a la doble majestad de la Religión y del Trono... Isabelita Bringas era una niña raquítica, débil, espiritada, y se observaban en ella predisposiciones epilépticas.

En tales sitios, y disfrutando de sosiego, tiempo sin tasa y soledad, su poder imaginativo hacía revivir los tiempos felices, o creaba en los presentes seres y cosas al gusto y medida del mísero soñador.

Los había visto mucho más grandes en las pescas de alta mar; pero con un encogimiento imaginativo, suponía que la lámina azul del estanque era toda la masa del Océano, los pedruscos del fondo montañas submarinas, y él, aplastando su personalidad, se hacía del tamaño de las pequeñas víctimas que bajaban hasta los tentáculos devoradores.

Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero.

Dos pequeños relámpagos, dos culebreos de fuego marcáronse uno tras otro en las tinieblas de los matorrales, seguidos de dos estampidos que casi se confundieron. Jaime experimentó en su olfato una sensación acre de pólvora quemada, que tal vez no fue más que un fenómeno imaginativo.

Varias veces, al hablarle Isidro de las danzas de los árabes, había mencionado a este joven, alabando su postura de caballero del desierto, que hacía recordar a los héroes de las Orientales cantados por el romanticismo. El imaginativo Maltrana no había vacilado en darle un nombre y una dignidad. Era, según él, un emir en desgracia.