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Forzosamente sonríe á todas horas en la obscuridad: ya no tiene labios. Sus ojos sirven de abrigo á las prolíficas moscas de la tumba, que engendrarán millones de millones de destructores. Y este anonadamiento de algo que existió, pensó y amó está aún en sus preliminares. A los devoradores de las partes blandas sucederán los irresistibles artífices del hueso.

Tal es la fecundidad de la tierra, que produce para la incesante batalla de la vida poblaciones de devoradores y de víctimas que combaten en la obscuridad á más de mil metros sobre el límite de las nieves perpetuas. Esa terrible lucha por la existencia, cuyo odioso espectáculo me había echado de las llanuras, se encuentra también arriba, en las capas de tierra helada.

Se desvaneció la visión, encontrándose Moreno otra vez en la antigua casa de Pirovani, ante aquella mujer que tanto había deseado con el fervor que inspira lo que parece imposible de conseguir, y que le miraba en estos momentos con ojos devoradores. ¡Oh, París! dijo . ¡Cómo deseo verme allá con usted... Elena! Porque usted me permite que la llame ahora simplemente Elena... ¿no?

Los había visto mucho más grandes en las pescas de alta mar; pero con un encogimiento imaginativo, suponía que la lámina azul del estanque era toda la masa del Océano, los pedruscos del fondo montañas submarinas, y él, aplastando su personalidad, se hacía del tamaño de las pequeñas víctimas que bajaban hasta los tentáculos devoradores.

Porque no se retiran á tiempo, cuando la fuerza de resistencia de sus capitales hace llegar la hora de la ganancia. También, en la vida, los grandes devoradores, los hombres de espada, los multimillonarios, los gobernantes, son á su vez devorados por una nivelación final: la muerte. Pero antes de esto triunfan por los medios poderosos que la suerte ha puesto en sus manos.

Necesitaba ser ofensivo para vivir; inspirar respeto á los monstruos devoradores, especialmente á los pulpos, que buscaban la presa de su busto y sus patas peludas, asomadas por la locomoción fuera de la torre. Una anémona de mar venía á fijarse en la cúspide calcárea: á veces llegaban á ser cinco ó seis. Ninguna relación corporal existía entre el paguro y los organismos de arriba.

Dile a la señora que te un par de pesetas pa ca uno. Y salía a la calle silbando, satisfecho de su generosidad y de la hermosura de la vida. En la taberna próxima asomábanse a las puertas los chicos del Montañés y los parroquianos, como si no lo hubiesen visto nunca, con boca sonriente y ojos devoradores de curiosidad. ¡Salú, cabayeros!... Se agradese el orsequio, pero no bebo.

«Tengo que ver, sin embargo, lo que hace», me digo, con el deseo secreto de admirarla a mi gusto durante su sueño. Pero, cuando, a hurtadillas, me aventuro a levantar un poco, un poquitito, los párpados, veo... ¡ah señores, siento frío en la espalda todavía!... veo sus ojos completamente abiertos, fijos en , feroces, devoradores, me atreveré a decir.

Estos pulpos del Acuario no eran mas que habitantes ribereños de las costas mediterráneas, parientes pobres de los calamares gigantescos que alumbran con su fuego azul de planetas devoradores la lúgubre negrura de la noche oceánica. Pero á pesar de su relativa pequeñez, estaban animados por la maldad destructura de los otros.

Se agotaban las generaciones humanas sin llegar á vencer esta monstruosa reproducción. Los grandes devoradores marinos eran los que restablecían el equilibrio y el orden. El esturión, estómago insaciable, intervenía en el banquete oceánico, encontrando en el bacalao la substancia concentrada de ejércitos de arenques.