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Las ballenas y cetáceos no desdeñan semejante presa; persíguenla, se introducen en los bancos; con sus bocazas absorben por toneladas el enjambre infinito que sin disminuir por eso huye en dirección de las costas. Allí se opera otro género de destrucción mayor todavía. La pescadilla se llena, se harta de arenques y engorda; otro tanto sucede con el abadejo.

Un frondoso árbol cercano ofrecía el mejor refugio y bajo sus ramas se cobijó Roger, aun antes de oir la cordial invitación de dos viajeros que le habían precedido y que sentados al pie del árbol tenían delante media docena de arenques salados, un pan moreno y una bota que después resultó estar llena de leche fresca y no de vino.

Lo hemos visto en nuestra propia casa al contemplar algunos peces muertos, por ejemplo los arenques. Empero vivos en grandes masas, y en las enormes estelas viscosas que dejan tras de , aún es más luminoso. Ese brillo no es de ningún modo privilegio de la muerte. ¿Acaso será efecto del calor?

Desde el fondo de los ríos llega al mar uno de los más activos, de los más resueltos comedores: el esturión. Encaminándose á los ríos para procrear, sale de allí enflaquecido y áspero, y poseído de un apetito inmenso, introdúcese nuevamente en el mar para regalarse. ¡Qué dicha para aquel hambriento encontrar el gordo abadejo que se ha asimilado las legiones de arenques!

Y á fe mía, que de seguir todos el consejo habías de verte solo en el mundo. ¡Buena lógica, buena! Como de costumbre, te enredas en tus propios argumentos y te caes de bruces, dijo Colás con gran risa. Primera premisa: los hombres deben huir de mi locuacidad. Segunda: estás aquí comiendo arenques mano á mano conmigo. Ergo, no eres hombre.

Sucedíanse las preguntas y respuestas como los golpes de incansables espadas sobre fuertes escudos. Por fin, aplacóse un tanto Colás, mientras su compañero siguió perorando, triunfante y engreído. ¡Ah, ladrón! gritó de pronto. ¡Te has comido mis arenques! Y muy ricos que estaban, contestó Colás con sorna.

En Islandia la «última Thule» de los antiguos le enseñaron trozos de caoba que la corriente ecuatorial había arrastrado desde las Antillas. En las costas de Noruega admiró la fecundidad formidable del mar viendo los arenques en marcha. De su refugio en las tenebrosas profundidades subían á la superficie, agitados por la primavera, deseosos de tomar su parte en la alegría del universo.

Así como hay pescadores de arenques, de ballenas y de focas, hay pescadores de trépang, los cuales todos los años, en la estación propicia, llegan desde los puertos más lejanos hasta las aguas del estrecho de Torres, del mar de Coral o del golfo de Carpentaria.

Revoloteaban las moscas con porfiado zumbido, y ya se unían en el aire y caían rápidamente sobre la labor o las manos de las operarias, ya se prendían las patas en la goma del tarrillo, pugnando en balde por alzar el vuelo. Andaban esparcidos por las mesas, y mezclados con el tabaco, pedazos de borona, tajadas de bacalao crudo, cebollas, sardinas arenques.

Los invitados respiraron con alivio cuando las puertas del comedor se abrieron y, de una mesa resplandeciente, asados, compotas y ensaladas de arenques, les enviaron sus sabrosos perfumes. El viejo Hellinger, después de haber alabado al Señor, bebió con algunos amigos privilegiados el vino superior que reservara para la solemnidad de la noche.