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Oye: procura buscar un retiro á propósito; el lujo, las pinturas, los perfumes, todo esto favorece á una mujer y la hace más hermosa, cuando es tan hermosa como ; vístete, además, como te vistes cuando quieres que el público te aplauda sólo al verte: los hombros desnudos, los brazos desnudos; perlas en el cuello; diamantes en los brazos, y en la cabeza flores; una corona de flores es lo mejor que puede llevar una mujer hermosa; allí, en aquel hermoso gabinete, más hermosa por tu atavío, una cena exquisita; vinos... pero no bebas... no bebas... conténtate con arrojar sobre él la doble embriaguez de tu hermosura y de licores... y en medio de todo esto... desespérale, irrítale, háblale continuamente de su mujer... llámale tu hermano... llegará un día en que no podrá sufrir más, un día en que, loco, no podrá negarte nada... en que podrás dictarle condiciones.

¿Cuánto necesitarías? Unos ochenta o cien duros. Yo te los doy. ¿Y por qué es esa prisa? ¿Le pasa algo a la Ignacia? No, pero he sabido que Carlos Ohando la está haciendo el amor. ¡Y como la tiene en su casa!... Nada, nada. Hablale y, si ella quiere, ya está. Nos casamos en seguida.

-No lo que te diga, hijo -respondió don Diego-; sólo te sabré decir que le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo, y decir razones tan discretas que borran y deshacen sus hechos: háblale , y toma el pulso a lo que sabe, y, pues eres discreto, juzga de su discreción o tontería lo que más puesto en razón estuviere; aunque, para decir verdad, antes le tengo por loco que por cuerdo.

No bien entró el P. Jacinto con su compañero, cerró de nuevo la puerta y dijo en alta voz: Dios te guarde, muchacha. Dios guarde á su merced, contestó ella. Entonces el Comendador y su guía subieron rápidamente la escalera. Ya en la antesala, donde tampoco había un alma, dijo el fraile á D. Fadrique, señalándole una puerta: Allí está Doña Blanca. Entra... háblale; pero ten juicio.

Háblale á esa mujer, hermano, le dijo el Sr. Wilson. Es de la mayor importancia para su alma, y por lo tanto, como dice nuestro digno Gobernador, importante también á la tuya, á cuyo cargo está la de esa mujer. Exhórtala á que confiese la verdad. El Reverendo Sr. Dimmesdale inclinó la cabeza como si estuviera orando, y luego se adelantó.

¡Loppi, nunca serás más que un zascandil! ¡El que habla con miedo se queda sin lo que desea! Háblale a la maga como un hombre. Háblale, que yo estoy aquí para lo que suceda. Y el pobre Loppi volvió al charco, como con piernas postizas. Iba temblando todo él. ¿Y si el camarón se cansaba de tanto pedirle, y le quitaba cuanto le dio? ¿Y si Masicas lo dejaba sin pelo si volvía sin el castillo?

Háblale el Consuelo del Salvador, que ha de venir, para redimirlo del cautiverio. Luz del mundo ha de llamarse Aquella palabra eterna... , pues, me alumbra y me guía, me ilumina y me enseña, Todo se yerra sin ti, Todo contigo se acierta. Peregrino soy, luz mía, Erré la divina senda. Ven, lucero, que ya tengo En estas lágrimas, señas Que ya , divina Aurora, Que no amaneces sin ellas.

Nélida no tenía miedo al enojo de sus padres, pero necesitaba convencerlos de su inocencia para que le sirviesen de fiadores ante el hermano temible que la esperaba al término del viaje. ¿Y aún se resistía Fernando cuando ella le hablaba de huir, como si le propusiese algo disparatado? No, no iría a Buenos Aires: estaba resuelta a escaparse al día siguiente... Pero la inmediata realidad le hizo insistir en sus recomendaciones: Cuando papá te pregunte, ya sabes lo que debes decir... Y si no te pregunta, háblale . Hazlo, mi viejo; buenito. Allí lo tienes, cerca del fumadero, hablando con el señor Pérez.

Háblale de Espartero, elogia a la milicia nacional, quema incienso en honor del difunto partido progresista. Por último, aunque te parezca ridículo, enamórala por lo fino.