United States or Bulgaria ? Vote for the TOP Country of the Week !


I esto hacia porque aun duraba la guerra con el rei don Alonso, pretendiente de la corona de Castilla por los derechos de su esposa la Beltraneja. Isabel en esto comenzó á trabajar ahincadamente en el establecimiento de la santa hermandad, que se habia fundado con el solo objeto de purgar de malhechores todas las tierras incultas, que eran el abrigo de estos forajidos.

Con ese motivo efectuaron un registro en la casa ya citada, ansiosos, seguramente, aquellos forajidos, de hallar algo que sancionara la matanza.

Finalmente, en cuatro o cinco siglos más de suministrar alimento intelectual de una sola especie y sin permitir el cultivo de las otras especies, flagelando por piedad a la impiedad, al sobrevenir las incidencias intestinas de la Reforma, la maestra de cultura que durante diez siglos había enseñado mucho y no aprendido nada, aparece en un grado de barbarie intrínseca, no alcanzado en los tiempos antiguos y que empieza a ser motivo de asombro para las generaciones posteriores, que no pueden ya explicarse o entender a los vicarios del Redentor haciendo quemar vivos a los hombres y a las mujeres más virtuosos, desde Bruno hasta Juana de Arco, y abriendo de antemano y de par en par la Porta Coelum a los que se alistasen en las bandas de forajidos devotos para torturar hombres, mujeres y niños cristianos de distintas cofradías ad mayorem Dey gloriam.

Tales acomodamientos pertenecen, sin duda, a la clase de chistes baratos; quiero decir que cuestan poco al ingenio de su inventor. Así lo dijeron, simple o socarronamente, aquellos benéficos forajidos de la Sierra de Cabrilla que partían con el robado lo que éste llevaba. Véase, por ejemplo, el borrador de una escrita al Secretario de la Universidad de Alcalá de Henares por un su dependiente.

Cuando se sabía, con la más completa certidumbre, que los muertos estaban asándose por disposición de Dios en el purgatorio y el infierno, y cuando este hecho imaginario alcanzó en el espíritu de las gentes, por las predicaciones de los ministros del Señor, la vividez de un hecho actual, patente y visible, atravesar la lengua a los blasfemos con un fierro calentado al rojo, torturar a los acusados de delitos religiosos y quemar vivos a los condenados fueron hechos tan regulares como lo es hoy el de sentenciar a las personas a trabajos forzados o a presidio permanente; o el de matarlas en duelo para el hombre culto o sin duelo para el inculto; o el de quemar negros en Norte América, donde todos se caerían de espaldas el día en que un blanco fuera quemado vivo, siendo, probablemente, la idea de la combustión futura de los forajidos blancos lo que quita importancia en el espíritu del pueblo a la combustión inmediata de los forajidos negros, en simple anticipación de la justicia divina, por la doble odiosidad del crimen y del color del criminal.

Miró el alguacil con sobresalto a todas partes por ver si veía alguno, preparando el fusil al mismo tiempo; pero nada observó que le hiciese sospechar la presencia de los forajidos.

Tentólos don Quijote, y cayó luego en la cuenta de lo que podía ser, y díjole a Sancho: -No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no vees, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona.

Esto del frío produjo en mi imaginación un trastrueque súbito de ideas; y olvidando al enfermo, no me acordé más que de la intentona dispuesta por los tres forajidos para aquella noche; y así es que pregunté a Neluco con la misma avidez que pudo hacerlo Facia en sus «mejores días» de espantos y congojas: ¿Cree usted que nevará?

Se van a roer esos bandidos viendo que con las mujeres y unos cuantos trabajadores honrados, acabamos el trabajo sin necesitar de ellos. A la noche, baile y juerga decente, señor Fermín. Para que se enteren y rabien esos forajidos. Y así llevaba adelante la vendimia, entre músicas, algazara y vino del mejor, repartido generosamente.

Ya no quedaban forajidos en las canteras que, con el vergajo en la mano, apaleasen en nombre del amo á los trabajadores rebeldes; ya no existía la tarifa de la carne humana, cotizándose las desgracias «veinte duros por un brazo, cuarenta por las dos piernas». Se asociaban los trabajadores establecidos en el país, creaban núcleos de resistencia, inspiraban cierto temor á los explotadores, logrando con esto que sus penalidades fuesen menos duras: pero aún faltaba la cohesión entre ellos, á causa del vaivén de la población minera, de aquel oleaje de hombres que se presentaba engrosado al comenzar el invierno y el hambre en las míseras comarcas del interior y se retiraba al llegar el buen tiempo con sus cosechas.