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Este es nuestro error principal; error al cual se debe nada menos que la vida del universo. Bueno, bueno: no me vengas con historias, ni con filosofías. Lo que te digo es que yo soy muy desgraciada. ¿Por qué? Porque me abandona... ¿no te lo he dicho? ¿no lo has oído? Me abandona, me deja sola. Vuelve a casa a las cinco y a las seis de la mañana; de día casi todos los días.

Estaba loco: todo aquello eran filosofías alemanas, monsergas confusas que habían inventado los impíos para ocultar su maldad, cuando tan claro y sencillo era creer en Dios y seguir lo que la Iglesia enseña. ¡Ay, si estuviera presente el Padre Paulí, que tan soberanas palizas soltaba desde el púlpito á los filósofos!...

Es el no yo? Entonces la filosofía del yo entra en el cauce de las demás filosofías: pues en este no yo están las verdades objetivas, ¿Es el yo?

¡Y me vende! ¡Te vende! ¡te vende!... En fin, no hablemos de eso... ya has dicho que no quieres mis filosofías. Ello es, que si armas arriba una escena de honor ultrajado, en seguida hay otra de entierro. ¡Hombre dices las cosas de un modo!... La verdad. Un drama completo.

Déjese de filosofías y manifieste los hechos como Dios le a entender... que se lo da bien mal por cierto. Señor presidente, creo que estoy en mi perfecto derecho... Aquí no tiene usted derecho ninguno, ni perfecto ni imperfecto... Señor presidente, yo... Basta. Retírese usted. ¡Señor presidente!... Que se retire usted inmediatamente, o será expulsado por los hujieres.

Apenas Judas Abravanel hubo pronunciado estas palabras, muchos de la comitiva, y particularmente las damas, le cercaron para contemplarle y aplaudirle. Sus discretísimos Diálogos de amor eran muy admirados en la corte. La Reina, la Infanta doña Beatriz y otras muy sabias señoras se deleitaban leyendo en italiano aquellas tan sublimes filosofías.

Con estas filosofías de Chisco y las intemperancias de Pito Salces, acabamos de subir una ladera de suelo escurridizo, y nos vimos al comienzo de una ancha sierra que descendía en suaves ondulaciones hacia nuestra izquierda. Atajábala por allí el frontispicio pedregoso de un alto monte que la dominaba en toda su longitud, y estaba separado de ella por una barranca.

Fiado en este hechizo, trazó Leopardi el gracioso y lucrativo proyecto de una compañía o sociedad de oyentes, que se haría pagar por oír a los autores. El filósofo que inventa un sistema, el vidente que percibe al numen agitando su alma, y el poeta a quien el estro hiere y aguija con invencible brío, escribirán sus filosofías, sus poesías y sus visiones, aunque nada les valgan.

Bien puede ser que él, inútil como Mandarín en el Imperio del Sol, vaya a ser útil en otra tierra como odorante rosa o sabroso repollo. Matar, hijo mío, es casi equilibrar las necesidades universales. Eliminar en una parte el exceso para suplir en otra la falta. Penétrate bien en estas sólidas filosofías.

Yo admiro mucho al Dante; pero no puedo menos de creer que sólo están indicadas en su poema las teologías y las filosofías que con mayor amplitud, claridad, fundamento y orden pueden estudiarse en San Anselmo, San Bernardo, Pedro Lombardo, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino y otros doctores de la Edad Media.