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Sólo mostraban alguna vehemencia al apreciar el valor con que habían muerto, el gesto que les acompañó al patíbulo. Juanón y el de Trebujena habían marchado al palo como lo que eran: como hombres incapaces de miedo ni de fanfarronadas. Los otros dos asesinos habían muerto como unos brutos.

No obstante lo mucho que desde hace algunos años se ha escrito acerca de la patriotería francesa, nuestras necedades patrióticas, nuestras vanidades y nuestras fanfarronadas, no creo que exista en Europa un pueblo más pretencioso, más vano, más infatuado consigo mismo que el pueblo de Baviera.

Usted se ha pasado la vida luchando por el pienso y no sabiendo nunca vencer. No ha tenido arreglo... La verdad, este vendehumos es hombre de poca disposición: no sabe nada, no trabaja, no tiene pesquis más que para echar fanfarronadas y decir que se come los niños crudos.

Ramón Pérez, después de la muerte de su padre, que acaeció algunos meses después de la partida de María, no había podido resistir al deseo de ir también a la capital, siguiendo los pasos de la ingrata, que le había sacrificado a un desaborido extranjero. Emprendió, pues, su marcha, y volvió al cabo de quince días, trayendo consigo: Primero: un caudal inagotable de mentiras y fanfarronadas.

La verdad era que la presencia de la señora de Candore paralizaba un poco sus veleidades de independencia y no le disgustaba dejar para más adelante una explicación embarazosa, de la que no estaba seguro de salir con los honores de la guerra a pesar de sus fanfarronadas. Así era que veía llegar el fin del mes con menos impaciencia que inquietud. El plazo había ya expirado.

»Amigo mío; aquí también hay una especie de alta sociedad, y se pasa el rato alegremente en conciertos, fiestas y representaciones. Los romances moriscos que recita aquella vieja que parece exacto traslado de la tía Fingida, y en efecto lo es, han producido en mayor sensación que las fanfarronadas de todos los cómicos modernos.

Decían que había matado a Demetria, su segunda mujer, y cometido otros nefandos crímenes, violencias y atropellos. Todo era falso. Hay que declarar que parte de su mala reputación la debía a sus fanfarronadas y a toda aquella humareda revolucionaria que tenía en la cabeza.

Sus conmovedoras aventuras las relataba tranquila y naturalmente, sin fanfarronadas ni demostraciones de alarde, y su manera sencilla y verdadera me demostró que era uno de esos hombres que aman la vida de aventuras por sus vicisitudes y peligros. Y ahora ando detrás de los molinetes de Inglaterra añadió riendo.

La comarca comprendida entre el Bidasoa y Bayona ó el Adour, era la Gascuña propiamente dicha, tan célebre en Francia por las fanfarronadas y astucias de sus habitantes, cuyo tipo han personificado Dumas y Maquet en su famoso D'Artagnan de los Tres Mosqueteros.

De repente una granada visitó con estruendo nuestro campo, reventando hacia la izquierda, por donde estaban los generales. Era como un saludo de cortesanía entre dos guerreros que se van a matar; un tanteo de fuerzas, una bravata echada al aire para explorar el ánimo del contrario. Nuestra artillería, poco amiga de fanfarronadas, calló.