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Febrer no había llegado nunca a distinguirlos: una simple variación de ritmo, pues la música y la danza siempre parecían iguales. La moza, con un brazo doblado sobre la cintura en forma de asa y pendiente el otro a lo largo de la hueca faldamenta, comenzó a girar. No debía hacer más: ésta era toda su danza.

Otros dedicábanse a las extranjeras de los music-halls, bailarinas y cupletistas que llegaban a España con el ansia de conocer desde el primer día las dulzuras de «un novio togego». Eran francesas vivarachas, de naricilla empinada y corsé plano, que en su espiritual delgadez apenas si podían ofrecer algo tangible entre la rizada col de su faldamenta perfumada y susurrante; alemanas de carnes macizas, pesadas, imponentes y rubias como walkyrias; italianas de pelo negro y aceitoso, con la tez de morena verdosidad y la mirada trágica.

Al día siguiente le llevarían a su pueblo, atado y custodiado, como una res brava que va al matadero. Ya estaba allá el verdugo con sus trastos. Y aguardando el momento de salida para verle, se pasaba las horas a la puerta de la cárcel la mujer, una mocetona morena, de labios gruesos y cejas unidas, que al mover la hueca faldamenta de zagalejos superpuestos esparcía un punzante olor de establo.

Los hombres iban arrebujados en mantas, cayéndoles dos chorros de agua por la canal del sombrero deformado y blanducho: las mujeres pasaban chillando como ratas, cubiertas con las varias hojas de su astrosa faldamenta, llenas de barro, y mostrando sus piernas enfundadas en los pantalones masculinos que usaban para la escarda.

¿Y no te olvidas de alguno más? preguntó Celinda al terminar ella su lista . ¿No estuvo don Ricardo, ese que trabaja con don Manuel, el de los canales? Movió su cabeza la mestiza negativamente. En toda la noche vi á ese gringo. Luego empezó á reir, dándose sonoras palmadas en uno de sus muslos de relieve elefantíaco, lo que marcó su enorme redondez bajo la ligera faldamenta.

Contemplo, con la satisfacción de un privilegiado, á la muchedumbre desheredada que se desliza en la penumbra lanzando miradas codiciosas al banco. El reposo me hace sentir todo el peso de la fatiga anterior. Reconozco que si los hulanos apareciesen de pronto trotando por el centro de la calle, no me movería. Una pierna me transmite su calor á través de una tenue faldamenta de verano.

La mayoría del pasaje prefería quedarse abajo, refugiada en la suave penumbra de la cubierta de paseo. Maltrana saludó a una señora que leía tendida en un largo sillón, la espalda sobre un cojín, mostrando entre la flor nívea y rizada de su faldamenta el arranque de unas piernas enfundadas en seda blanca y los altos tacones de los zapatos.

Una vieja, delgada de rostro, y enorme de cuerpo por los pañuelos que llevaba arrollados al busto y los innumerables zagalejos de su faldamenta, vigilaba el hervor de un puchero, con las manos cruzadas sobre el delantal de arpillera, mirándose con ojos bizcos los cuernos del pañuelo rojo arrollado á la cabeza.