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Luego vuelven a bautizalles a su manera, con nombres moros que llevan en secreto hasta la muerte. No comen jamás de res alguna que no haya sido degollada por manos infieles, dirigiendo la cabeza del animal hacia el Oriente, hacia la Meca, hacia el alquibla, como ellos mesmos se expresan.

La res sangrienta deja en la grama, y en una piedra que besa el agua, se sienta y mira, miéntras descansa, absorto, inmóvil, la faz nublada, el sonoroso raudal que canta, y sobre el lecho de piedras salta, y allá se pierde, y allá se escapa, cual las mentidas sombras livianas de los ensueños de la esperanza.

En aquel desayuno y en la comida del mediodía adquirí dos nuevos datos, que no resultaban de escasa cuenta sumados con los que ya poseía: el pan era de hornadas hechas en la taberna cada media semana, y no había otra carne que la de cecina, con excepción del domingo, en que se mataba una res en el pueblo.

19 [Cof]: Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo; sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscada. 20 [Res]: El resuello de nuestras narices, el ungido del SE

Duraba ya media hora aquella persecución, cuando Cornelio, que había vuelto a cargar el arma, vió a la res aprisionada entre un tejido espesísimo de lianas. Hizo fuego por segunda vez, y el animal cayó muerto. ¿Le acertasteis? preguntó Van-Horn, que estaba unos trescientos pasos detrás. , y bien, pues no se mueve respondió el cazador.

Mientras le esperaba, la pecadora volvió a ver el espectro aquel de su perversidad; pero entonces le vio más claro, y no pudo tan fácilmente hacerle huir de su espíritu. «Me han engañado pensaba , me han llevado al casorio, como llevan una res al matadero, y cuando quise recordar, ya estaba degollada... ¿Qué culpa tengo yo?». La casa estaba a oscuras y encendió luz.

El tiro no dio en el blanco, el tiro de usted se fue allá, por las nubes.... Sólo que antes que usted, mucho antes, otro cazador, escondido, había disparado también... y ese fue el que mató la res, y se quedó con ella y con los siete mil reales de usted.

No necesitó de muchos esfuerzos para lograr que una res se apartase de la torada. Salió de ella un animal blanco, con manchas de canela, de enorme y colgante cuello y cuernos de punta finísima. Corrió hacia el fondo del cerrado, como si tuviese allí su «querencia», que le atraía irresistiblemente, y doña Sol galopó tras él seguida del espada.

Los imprudentes, persiguiendo a la res, se han olvidado de hacer señales en los árboles, y Dios sabe dónde estarán ahora. No pueden estar muy lejos, tío dijo Hans . El babirussa perdía sangre y no habrá podido correr mucho. De seguro volverán. Pero la selva es inmensa, Hans, y muy fácil extraviarse en ella. Van-Horn es un marino, y sabes que los hombres de mar saben orientarse muy bien.

Entonces el público se volvió al Cigarrero, que ya había cogido los trastos, y le gritó: ¡No lo mates, no lo mates! ¡Que lo mate ese asesino! El Cigarrero encogió los hombros y se dispuso a ir en busca de la res. En aquel instante un torero que llegaba corriendo le dijo algo al oído, y el espada se puso terriblemente pálido. El público comprendió que había malas noticias del Serranito.