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Que arrastrara la vida como una carga ofrentosa; que las pesadumbres y los dolores fueran minándola y consumiéndola por donde nadie más que ella lo notara; que encanecieran sus cabellos fuera de sazón y que no hallara, para reponer las fuerzas gastadas en los trabajos y cavilaciones del día, el descanso de la noche, la tranquilidad del sueño que no le falta al pordiosero que mata el hambre llamando de puerta en puerta y errando de monte en monte, con un zurrón a la espalda y un paluco en la mano, ¿qué importaba?

Con el hallazgo del filón de aquella comarca, excitóse en alto grado la ambición de los montañeses; y errando muchos de breña en breña y de monte en monte, cavando aquí y revolviendo allá, resultó que la provincia entera era un verdadero tesoro de calamina, y que lo único que se necesitaba para que todos fuésemos ricos, era dinero para explotarle.

A decir verdad, S. E. estaba contento y satisfecho inter se, pues ¿qué habría sucedido si hubiese fallado una pieza, un ciervo de esos que no estan al tanto de las conveniencias políticas? ¿á dónde iba á parar el prestigio soberano? ¿Cómo? ¿Todo un Capitan General de Filipinas errando una pieza, como un cazador novel? ¿Qué dirían los indios entre los cuales hay regulares cazadores?

Hasta en los sitios donde las murallas lo han dominado, al parecer, no cesa su trabajo de reforma: ataca á la piedra, roe lentamente sus cimientos, mina los asientos, y, en un momento dado, hunde la muralla y queda libre errando por los campos.

Avanzando en la miseria hosca, en la confidente soledad que le era tan amable; eterno trashumante, muerta su mujer, la dulce Virginia, esa bella sombra añorante que pasa por los versos de El Cuervo, esa «incomparable y deslumbradora doncella que los ángeles llaman Leonor», errando, pues, por el mundo, llegó a Baltimore la noche antes de unas elecciones de diputados.

Se alejaron, caminando lentamente sin saber dónde iban, errando a la ventura, doblando esquinas, pasando varias veces por la misma calle, con el pensamiento concentrado, los nervios estremecidos, prontos a gritar y haciendo esfuerzos por que su voz fuese débil, apagada, y no llamase la atención de los transeúntes que pasaban rozándoles por las estrechas aceras.

Parecían en el primer momento caprichosos y locos, errando á la ventura, pero en realidad herían al verdadero enemigo. Los desheredados, los infelices adivinaban con el instinto de la desesperación dónde estaba la causa de sus males. La sociedad tenía por base la moral cristiana, una moral que en tiempos remotos podía ser oportuna, pero que había fracasado al contacto de la vida moderna.

Habia un gran presagio sucedido, Que oyeron por los aires tintinando De cajas y atambores gran ruido, Que en concertado son iban sonando. Cometas por el cielo han parecido, Que acá y allá contino andan errando: El aire obscurecido y tenebroso, Promete fin horrible y espantoso.

Donde quiera vestidos sombríos y uniformes, bandas de mendigos, mugre, viejos asnos errando por las calles entre la basura, muchachos vagamundos, gentes deteniéndose ó asomándose á mirar al forastero como un animal curioso, en una palabra, la vida casi primitiva ó tradicional de la España castellana, con casi todos los caractéres que Lesage hizo resaltar magistralmente en su Gil Blas de Santillana.

Y él oía, y no ya en secreto, no ya en sueño, sino con toda claridad, en plena luz. Un día, errando por la misma montaña donde había servido de guía a su nueva hermana, se encontró delante de la capillita que ella no había podido abrir con su débil mano. La puerta estaba cerrada, como entonces. El joven se detuvo tembloroso; sus pestañas se agitaban sobre los ardientes ojos.