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Diciendo esto, se aproximó al lecho y dió en él un fuerte palmetazo con ambas manos, como el que se suele dar para sacudir los colchones al hacer las camas. «Tía Roma, ven acá, toca aquí. Mira qué blandura. ¿Ves este colchón de lana encima de un colchón de muelles? Pues es para , para ti, para que descanses tus huesos duros y te espatarres á tus anchas

En fin, hija, acuestate, para que descanses de toda esa monserga... Es preciso oír con paciencia todo lo que Pez nos quiera contar, porque... ya ves lo que dice. Somos su paño de lágrimas, y aquí viene el pobre a desahogar sus penas. Hizo al fin Rosalía lo que su esposo le ordenaba.

Era que se sentía cansado, que aún no estaba repuesto de su cogida. «Y para esto aconsejaba en todas sus cartas es mejor que te retires y descanses una temporada. Después volverás a torear, siendo el de siempre...» El se ofrecía para arreglarlo todo.

En esto se habían internado ya bastante en la población, y al llegar a cierta calle, don Rosendo se despidió del tío y del sobrino. Dióle éste la mano con visible tristeza. Voy al teatro a buscar a la familia. Hasta mañana; que descanses, Gonzalo. Hasta mañana... Recuerdos. El señor de las Cuevas y su sobrino se emparejaron caminando lentamente la vuelta de la casa del primero.

No tal; yo no tengo más que un padrino manifestó la chica, cada vez más recelosa. Y se alejó del grupo. Fue donde estaba Amalia; se le puso delante cruzando sus bracitos sobre el pecho y dijo haciendo una reverencia: Madrina, la bendición. La dama le entregó su mano, que la niña besó con respetuoso cariño. Luego, cogiéndola en sus brazos, la besó en la frente. Que descanses, hija mía.

Tiempo tienes, hijo, tiempo tienes de darte golpes de pecho. Lo primero es la salud». Esta noche que voy a dormir bien anunció D. Manuel con esa esperanza de enfermo que es gozo empapado en melancolía . No tengo sueño aún; pero siento dentro de un cierto presagio de que voy a dormir. Y yo voy a rezar porque descanses. Verás, verás .

¡Guarda ese papel, bruto!... Ya me temía yo tus protestas... Es para tus hijos y para que descanses. No hablemos más, ó me enfado. Luego, para vencer sus escrúpulos, abandonó el tono violento y dijo con tristeza: Carezco de herederos... No que hacer de mi fortuna inútil. Y repitió una vez más, como una queja contra el destino: ¡Estoy podrido de dinero!...

¡Oh, las doce!... Ya es hora de que descanses y de que yo me recoja; hasta mañana, Clara. Di á la camarera mayor que me recojo. Adiós, señora dijo doña Clara doblando una rodilla y besando la mano á la reina. Margarita de Austria la alzó y la besó en la frente.

No, no; tienes la cara encendida como una amapola, añadió el viejo acariciando la cabeza del niño y antes de comer conviene que descanses un poco. Vaya, échate en el sofá con las manos cruzadas debajo de la cabeza: esa postura es muy higiénica. Yo voy a hacer lo mismo en esa mecedora.