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Era que se sentía cansado, que aún no estaba repuesto de su cogida. «Y para esto aconsejaba en todas sus cartas es mejor que te retires y descanses una temporada. Después volverás a torear, siendo el de siempre...» El se ofrecía para arreglarlo todo.

Pero al mismo tiempo, el segundo, arrepentido de sus anteriores reflexiones, afirmaba en voz alta, con una sencillez heroica: Si te aconsejo que te retires, es por tu bien; no creas que es por miedo... Yo te seguiré mientras navegues. Alguna vez he de morir, y mejor es que sea en el mar. Únicamente me preocupa la suerte de mi mujer y mis hijos.

Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma; y si me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas.

Por cierto que hubieron de escribirla con una pluma perversa del mayordomo, porque el Marqués escribía una carta cada año. Cargaron las pistolas y se salieron a buscar sitio. Manuel dijo el Marqués viendo a un criado que estaba plantando cebollín en uno de los cuadros de la huerta. Retírate. El criado le miró sorprendido. Que te retires, hombre repitió con más severidad. Vete a otra parte.

Las mías han sido tan tremendas, que el día que me tocaba, no podía menos que compararme a San Pedro Mártir, con el hacha clavada en la cabeza. Pero de algún tiempo a esta parte se me alivian con jamón». ¿Cómo es eso?... ¿aplicándose una tajada a la cabeza? No, hija... comiéndolo... ¡Ah!, uso interno... Vale más que te retires dijo Fortunata a su marido, cuyo sufrimiento crecía por instantes.