United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sus compañeros se volvieron. El los miró vagamente, sorprendido también, y se sentó de nuevo. Un momento después dejó la camiseta en el cabo arrollado, avanzó a la borda y se tiró al agua. Al sentir el ruido, los otros dieron vuelta la cabeza, con el ceño ligeramente fruncido. En seguida se olvidaron, volviendo a la apatía común.

Y este bulto acabado, mandó Inca Yupanqui que aquel señor que habia señalado por mayordomo del sol, que tomase el ídolo, el cual le tomó con muchas reverencias, y vistióle una camiseta muy ricamente tejida de oro y lana é de diversas labores, y púsole en la cabeza cierta atadura á uso y costumbre de ellos, y luego le puso una borla segun la del estado de los Señores, y encima della le puso una patena de oro, y en los piés le calzó unos zapatos, uxutas que ellos llaman, ansímismo de oro.

Estos indios mascan la coca; y llevan una camiseta mas corta que la de los Moxos. En 1830 su poblacion constaba de mil y una almas; y poseia la mision siete mil setecientas veintidos cabezas de ganado vacuno, mil trescientos noventa y nueve caballos y veintitres cerdos. Sus alrededores abundan en ganados salvages que seria muy fácil domesticar.

Ya he dicho que el forro de esta casaca es de gros verde y lleva al borde de las vueltas un ruche de cinta igual a la de los volantes... ¿qué tal? ¡Ah!, no olvide usted que para este traje hace falta camiseta de batista bien plegadita, con encaje valenciennes plegado en el cuello... los puños holgaditos, holgaditos; que caigan sobre las muñecas.

Cuanto al vestir, los hombres andan totalmente desnudos; las mujeres traen una camiseta de algodón que llaman Tipoy, con mangas largas hasta el codo y lo demás del brazo desnudo; los caciques y los principales usan también de este vestido, aunque un poco más corto.

Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia , con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.

Me darás unos calzones. La cosa es que, verás... calzones no he comprado ninguno. Me contraría mucho; pero, en fin, me darás dos camisetas. Tampoco, porque yo creo que la camiseta es una prenda superflua, y no he comprado ninguna. Bueno, hombre. ¡Al menos, me darás una camisa! Chico, la verdad, no puedo darte una camisa... entera. ¿Eh? Villaespesa desenvolvió su lío.

Estaban sentados en rueda y a la hora la mayoría cantaba ya. Llegó mediodía y pasó la siesta. A las cuatro, la brisa cesó y las velas cayeron. Un marinero se acercó a la borda y miró el mar aceitoso. Todos se habían levantado, paseándose, sin ganas ya de hablar. Uno se sentó en un cabo y se sacó la camiseta para remendarla. Cosió un rato en silencio. De pronto se levantó y lanzó un largo silbido.

MILAGROS. Muy bajo, con tirantes sujetos a los hombros por medio de lazos... Pero cuidado: estos lazos no tienen caídas... ¡La camiseta es de una novedad...!, de seda bullonada con cintas estrechitas de terciopelo pasadas entre puntos. Las mangas largas... Son un suplicio estos tapujos... Ay, amiga, su marido de usted parece la Aduana, por lo que persigue los trapos... Escondamos el contrabando.

Salió de esta conformidad por las calles, vestido de terciopelo negro con ricos sobrepuestos de oro; amenazaba á todos serian víctimas de los rebeldes, sino le imitaban, porque se persuadirian eran europeos, á que se convinieron por librarse de la muerte, y en un momento logró la transformacion que deseaba, adoptando los hombres prontamente la camiseta ó unco de los indios, y las Señoras dejando sus cortos faldellines aseados, vistieron los burdos y largos acsos de las indias.