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Actualizado: 25 de julio de 2025


En efecto, el pequeño cortaplumas, de que la costurera se había valido para asesinar a su pérfido amante, atravesó la chaqueta, el chaleco, la camisa y la camiseta. En cuanto a la carne aborrecida del seductor, había quedado enteramente incólume. No poco se alegró éste de volver al gremio de los seres vivos.

Usase entre ellos vender los padres á las hijas, los maridos á las mugeres, y algunas veces los hermanos á las hermanas; y el valor de una india es una camiseta ó cuchillo, ó hocecilla, ó cosa semejante. Comen carne, aunque sea humana, si pueden adquirirla. Matan á los cautivos en guerra, sean hombres ó mugeres, mozos ó viejos, y los asesinan como nosotros los puercos.

Como quien dice un secreto de importancia, declaró a su amiga que se pondría aquella noche el vestido de muselina blanca con viso de foulard, color lila, al cual había hecho poner un entredós y casaca Watteau... A última hora se había podido arreglar una camiseta como la que le mandaron de París a la de San Salomó... Pensaba peinarse con el cabello levantado, ondulado, gran trenza alrededor de la cabeza y largos bucles por detrás... «En fin, no está usted de humor para oír tanta tontería... Adiós, adiós... Mañana vendré a saber como sigue nuestro D. Francisco y a contar, a contar...».

Melchor apareció calzando botas y vestido con amplia bombacha negra ceñida por un cinturón de gamuza blanca; blusa negra; chambergo color plomo; en el cuello un pañuelo celeste cuyas puntas delanteras caían sobre la pechera de su camiseta y en la mano un pequeño rebenque, trenzado, con virolas de plata. ¿Qué tal? preguntó al presentarse. ¡Pareces un gaucho de verdad!

Yo le traeré a usted uno de estos medios pañuelos, más bonito que los que tiene Sobrino... ¿Quiere usted para los niños un poco de piel del diablo, a cuadritos, que no me hace falta? Se la mandaré. En cambio me llevo estos fichús que no son propios para Madrid... ¿Irá usted al Prado? Allí, con el velito y la camiseta basta. Los sombreros parece que se despegan de la cabeza en el verano de Madrid.

Había que ocuparse ahora de los pies, y despojó al lidiador de sus calcetines, dejándole sin más ropas que una camiseta y unos calzones de punto de seda. La recia musculatura de Gallardo marcábase bajo estas ropas con vigorosas hinchazones. Una oquedad en un muslo delataba la profunda cicatriz, la carne desaparecida bajo una cornada.

Y esto hecho, que el tal novel rinda gracias por ello ahí al sol, é que luego allí le vistan una camiseta muy pintada, y le pongan una manta muy pintada encima, todo lo cual sea ropa fina, y que le cuelguen de las orejas unas orejeras grandes de oro colgando, con un hilo colorado atadas, y que le pongan una venera de oro grande en los pechos, y que le calcen unos zapatos de enea, é que le pongan en la cabeza una cinta muy pintada, que llaman pillaca llauto; que encima desta cinta le pongan una patena de oro, y que hasta allí ningun mozo se la pueda poner, é si cosa fuere que allí se le olvidare de poner, nunca se le pueda poner en sus dias.

Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia , con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.

Permanecía el gigante en voluntaria inmovilidad, con los ojos entornados y lanzando una respiración ruidosa. De pronto creyó oir un ligerísimo susurro semejante al de unos insectos arrastrándose sobre la arena. Ya están aquí dijo mentalmente. La camiseta que cubría su pecho se agitó con un leve tirón.

El mismo ceremonial de visitas practican entre las mujeres, que tienen tiempo para hacer esto y mucho más, porque las haciendas domésticas se reducen á solo proveer la casa de agua y leña, y guisar con sólo agua un puñado de maíz, legumbres, zapallos ó alguna otra cosa que han encontrado en el bosque, y sólo suelen hilar cuanto les basta para hacerse el Tipoy ó á lo más para tejer una camiseta y una red ó amaca en que dormir con sus maridos; pero les cuesta mucho el labrar por no tener aptos instrumentos.

Palabra del Dia

buque

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