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Herminia cerró la ventana, se desnudó, hizo su oración, rogando al cielo que la devolviese su marido, y se durmió más calmada. Por la mañana se presentó para el almuerzo y tuvo que sufrir los cumplimientos insidiosos del ex-abogado. Durante el día Clementina propuso un paseo por el parque, pero á Herminia le pareció un suplicio pasear entre Bobart y la señorita Guichard.

Tuvo grandes y continuados accesos de sofocación y fatiga, hasta el punto de que creíamos a cada paso que entraba en la agonía, pero luego transcurrían algunos intervalos en que parecía calmada y consolada por la oración.

¡Dios mío! ¿Yo?, respondió Roussel con un horror sincero; he hecho cuanto he podido para reanimarte; ¿por quién me tomas? Vamos, pues; ahora debes estar calmada. Escúchame y verás las ventajas que estoy dispuesto á concederte. Nuestra enemistad es demasiado pública para que pueda cesar sin que demos una explicación del cambio. Esa explicación quiero que sea enteramente favorable para ti.

¡Si cometiese semejante falta replicó la señora de Aymaret riendo , no sería una prudente mujercita!... Caía la tarde y las dos amigas se despidieron. Pero Elisa vino a ver a Beatriz con frecuencia hasta tanto que pareció ésta a la vizcondesa más calmada.

Desde que vio entrar a la Providencia, en figura de Benina, sintiose la niña calmada de su ansiedad y sobresalto, y el caballero también respiró por el propio motivo feliz, y se le alegraron las pajarillas viendo conjurado, por aquel día, un grave conflicto de subsistencias.

Cuando mi agitación, sólo calmada a medias, dejó alguna libertad a mi espíritu, advertí que la agitación de Adela no era menos que la mía, no por sus miradas, que yo evitaba aún, sino por el estremecimiento de sus dedos que mi mano derecha había asido por un movimiento involuntario y tenía apretados contra mi corazón.

Calmada la zozobra que inspiraban los amagos filibusteros, don Francisco se contrajo al arreglo de la hacienda pública, dictó sabias ordenanzas para los minerales de Potosí v Huancavelica, y en 20 de diciembre de 1619 erigió el tribunal del Consulado de Comercio.

No me respondáis; no hablemos más de eso. Quiero dejaros muy tranquila, bien calmada. ¿Despachasteis a Annie?... ¿Queréis que esta noche también os desnude y os acueste vuestra mamá, como antes? , quiero. ¿Y cuando estéis acostada, me prometeréis ser buena? Buena, como una santa. ¿Y haréis todo lo posible por dormiros? Todo lo que pueda... ¿Con mucho juicio, sin pensar en nada?

Más de una vez, durante aquel rápido relato, Catalina había lanzado, a pesar suyo, un grito de admiración y de triunfo; pero luego, calmada y llamada a silencio por la viuda, se puso a llorar, y lágrimas de felicidad corrían por sus mejillas, en la obscuridad. Calmaos, Catalina, el tiempo para es precioso dijo la viuda . ¿Comprenderéis ahora por qué vengo aquí?

Al llegar con las mejillas pálidas y los ojos inyectados, todos dispararon sobre el cuerpo inanimado del terrible cabecilla, que pronto quedó espantosamente destrozado. Una vez concluido aquel acto de barbarie, engendrado por la cólera, los soldados quedaron silenciosos. Calmada la irritación, se hicieron cargo de que habían luchado contra un hombre solo y no quedaron satisfechos de mismos.