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Serían los del almuerzo hasta catorce, y ninguno dellos dejó de sacar su cuchillo de cachas amarillas, si no fue Rinconete, que sacó su media espada. A los dos viejos de bayeta y a la guía tocó el escanciar con el corcho de colmena. En poco espacio vieron el fondo de la canasta y las heces del cuero. Los viejos bebieron sine fine; los mozos, adunia; las señoras, los quiries.

Engañar á una amiga que se confía, que me abre su corazón y me pide ayuda... Por delante mucha sonrisa, mucha compasión, mucha promesa, y por detrás clavándole el cuchillo hasta las cachas... ¡Ya! ¡ya!... La verdad es que no cómo te contienes y no me rompes la cabeza con una de esas botellas... Se echó hacia atrás en la silla y se puso á jugar con los rizos negros de su frente.

Y creyendo el arriero que por ser muchachos no se lo defenderían, quiso quitalles el dinero; mas ellos, poniendo el uno mano a su media espada, y el otro al de las cachas amarillas, le dieron tanto que hacer, que a no salir sus compañeros, sin duda lo pasara mal.

El empeño de Cristeta en averiguar su paradero, autorizaba las más ofensivas conjeturas y don Quintín tenía el espíritu predispuesto a concebir pecados y liviandades. ¿No estaba él enamorado hasta las cachas? ¿Pues cómo había de ser inverosímil que Cristeta hubiese incurrido en alguna desenvoltura?

Y en tanto la feroz vieja, incitada al castigo por el castigo mismo, encendíase más en furia a cada golpe, y los acompañaba de estas palabras: «¡Toma, toma, toma duquesa, marquesa, puños, cachas!... Cabeza llena de viento... Vivirás en las mentiras como el pez en el agua, y serás siempre una pisahormigas... Malditos Rufetes, maldita ralea de chiflados... ¡Ah, puño!, si yo te cogiera por mi cuenta, con un pie de solfeos cada día te quitaría el polvo.

Con todo esto, a la entrada de la ciudad, que fué a la oración, y por la puerta de la Aduana, a causa del registro y almojarifazgo que se paga, no se pudo contener Cortado de no cortar la valija o maleta que a las ancas traía un francés de la camarada; y así, con el de sus cachas le dió tan larga y profunda herida, que se parecían patentemente las entrañas, y sutilmente le sacó dos camisas buenas, un reloj de sol y un librillo de memoria, cosas que cuando las vieron no les dieron mucho gusto, y pensaron que pues el francés llevaba a las ancas aquella maleta, no la había de haber ocupado con tan poco peso como era el que tenían aquellas preseas, y quisieran volver a darle otro tiento; pero no lo hicieron, imaginando que ya lo habrían echado menos, y puesto en recaudo lo que quedaba.

Venían en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas, y porque durasen más, se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas, y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada, y el otro, un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.

Si tu padre no fuese mi padrino, y si , no fueses , hace días que habría matao a tu hermana, a María de la . Te lo juro por esta, por mi mejor compañera, por la única herencia de mi padre. Y abriendo con gran estrépito de muelles una navaja de cachas viejas, besaba ferozmente la tersa hoja, con dibujos coloreados por el óxido rojizo.

Está enamorado hasta las cachas. Yo, que no había reparado en ello, me convencí, mirando al comandante, de que la observación era tan fina y maliciosa como exacta. Desde la entrada de la condesita no se mostraba como antes alegre y desenfadado. Las frases jocosas que aún soltaba iban claramente impregnadas de la preocupación de su espíritu.

Por toda respuesta, el Tuerto de Castrodorna hizo asomar al borde de su faja el extremo de una navaja de cachas amarillas, que volvió a ocultar al punto. El arcipreste, que había perdido los bríos con la obesidad y los años, sobresaltóse mucho. Déjese de calaveradas, mi amigo. Por si acaso, me parece oportuno salir por la puerta de atrás. ¿Eh?