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¿Y Pecado? En el taller... Dios le tenga allá...». Aquel día, aunque era festivo, el soguero tenía trabajo hasta las doce. No había querido ir Mariano; pero su severa tía le cogió por una oreja, y... ¡Valiente holgazán! «¿Y Pecado? volvió a preguntar el Majito. Te digo que está en el trabajo... No te montes sobre la tinaja. Si me la rompes, vas a ver. ¡Eh, eh!

No bailes tanto, que me dueles... ¡Cuidado, que te me rompes, que te me rompes!... ¡Qué cosas pienso! Cuando estoy despabilada y paso toda la noche afinando el pensar, hasta se me figura que me entra talento... Y vamos a ver, ¿por qué no he de tener yo talento? que lo tengo. Eso, antes que los demás, lo conoce la misma persona que lo tiene. No, mamá mía, no has echado tontos al mundo.

¿En qué, demonios, te ocupas, sobrina? Tiro mis hombrecillos por la ventana, tío respondíle, aproximándome al alféizar, del que había permanecido retirada para arrojar con mayor fuerza mis proyectiles. ¡Vaya un motivo para romperle a uno la cabeza! Os pido perdón, tío, pero no os había visto. ¿Que te has vuelto loca repentinamente? ¿Por qué rompes así tus chucherías?

Si, lo es, si rompes el matrimonio. En efecto, es verdad. La señorita Guichard creyó necesario dejar esta esperanza á su cómplice. "Me servirá mejor, pensó, si trabaja para mismo al mismo tiempo que para mi." ¿Y qué instrucciones me das? preguntó Bobart. Vigila atentamente á Roussel cuando venga y trata de saber lo que prepara. Pero prudente.

Yo estoy lo mismo que si tuviera veinte años... Yo subo de cuatro en cuatro las escaleras, y no me fatigo... Yo bebo cinco botellas de pale-ale, y no me tambaleo... Yo derribo un toro de un puñetazo, y trinco al marinero más forzudo y le echo al agua... ¿A que no rompes cinco nueces con los cinco dedos de la mano, y eso que te las echas de tan bruto?...

Engañar á una amiga que se confía, que me abre su corazón y me pide ayuda... Por delante mucha sonrisa, mucha compasión, mucha promesa, y por detrás clavándole el cuchillo hasta las cachas... ¡Ya! ¡ya!... La verdad es que no cómo te contienes y no me rompes la cabeza con una de esas botellas... Se echó hacia atrás en la silla y se puso á jugar con los rizos negros de su frente.

Ya lo que vas a contestarme, ya lo ; pero no lo digas, óyelo de mis labios: «Pues si estás segura de que te olvidaré, ¿por qué no rompes ahora mismo los lazos que nos unen?» ¡, Linilla, eso digo! ¿Por qué?