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Worth firmaba los tapados como un pintor sus cuadros; en los colores mismos se había operado una revolución; nada de celeste y blanco como antes, nada de color rosa: una mujer del gran mundo no estaba bien vestida sin llevar un medio color indeterminado en los siete de la paleta; oro y plata viejos, óxido, y marfil antiguo.

Si tu padre no fuese mi padrino, y si , no fueses , hace días que habría matao a tu hermana, a María de la . Te lo juro por esta, por mi mejor compañera, por la única herencia de mi padre. Y abriendo con gran estrépito de muelles una navaja de cachas viejas, besaba ferozmente la tersa hoja, con dibujos coloreados por el óxido rojizo.

Todo eso que dices, primita observó el ciego me prueba que con los ojos se ven muchos disparates, lo cual indica que ese órgano tan precioso sirve a veces para presentar las cosas desfiguradas, cambiando los objetos de su natural forma en otra postiza y fingida; pues en lo que tienes delante de ti no hay confituras, ni gatos, ni hombres, ni palillos de dientes, ni catedrales, ni borrachos, ni cafeteras, sino simplemente rocas cretáceas y masas de tierra caliza embadurnadas con óxido de hierro.

Clórido hídrico, ácido sulfúrico, óxido ferroso, óxido cálcico, óxido magnésico, óxido potásico y óxido sódico: 2.° Que el precipitado suspendido en dicho líquido, se halla constituido por óxido férrico, óxido alumínico, óxido potásico y sílice.

Las torres blindadas estaban oxidadas, lo mismo que las cureñas; los cañones de largo alcance, pintados de rojo y hundidos en la hierba, parecían tubos de desecho. El olvido y el óxido del abandono envejecían estas piezas modernas.

Vamos á tratar aquí del ácido arsenioso, llamado tambien óxido blanco ó deutóxido de arsénico, y vulgarmente arsénico: las demás sales ó compuestos arsenicales son muy poco conocidos para que nos ocupemos de ellos, si bien algunos hechos nos hacen esperar que la terapéutica tendrá en ellos, por ejemplo el sulfuro de arsénico, un medicamento muy precioso. ¡Cuáles no serian ya la riqueza de la materia médica y el poder del arte de curar, si, desechando la ciencia vanas preocupaciones y cuestiones de amor propio, se dedicase á los estudios serios!

Era aquello como una herida abierta en el tejido orgánico y vista con microscopio. El arroyo de aguas saturadas de óxido de hierro que corría por el centro, parecía un chorro de sangre. ¿En dónde está nuestro asiento? preguntó el señorito de Penáguilas . Vamos a él. Allí no nos molestará el aire.

Todo es aquí pedruscos y tierra sin vegetación, teñida por el óxido de hierro.... Sin duda estoy en las minas... pero ni alma viviente, ni chimeneas humeantes, ni ruido, ni un tren que murmure a lo lejos, ni siquiera un perro que ladre.... ¿Qué haré?, hay por aquí una vereda que vuelve a subir. ¿Seguirela? ¿Desandaré lo andado?... ¡Retroceder! ¡Qué absurdo!

Pero la blancura de los bustos había tomado un color de chocolate; los bronces estaban enrojecidos por el óxido, los oros eran verdes, las coronas se deshojaban. Parecía que hubiese llovido ceniza sobre la inmovilidad de las cosas. Las personas ofrecían igual aspecto de abandono y decadencia.

El vendedor permanecía inmóvil en una silla rota, sin prestar gran atención a las moscas que revoloteaban en torno de sus labios; y más para espantarlas que para atraer al público, gritaba de tarde en tarde: «¡A perra chica... a perra chica la piezaLo que más abundaba en los puestos era la ferretería vieja y rojiza por el óxido.