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Ya en esto don Quijote y Sancho, que la paliza de Rocinante habían visto, llegaban ijadeando; y dijo don Quijote a Sancho: -A lo que yo veo, amigo Sancho, éstos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea. Dígolo porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante.

Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos.

Reposa aquí Dulcinea; y, aunque de carnes rolliza, la volvió en polvo y ceniza la muerte espantable y fea. Fue de castiza ralea, y tuvo asomos de dama; del gran Quijote fue llama, y fue gloria de su aldea.

Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito.

Todos ellos se disputan á porfía y metiendo una bulla espantosa la presa que yace en tierra . Auméntase entretanto el número por instantes con la llegada de otras bandadas que se presentan atraidas por esa ralea general; y cuando ya todos se encuentran hartos, el jabirú, sin abandonar el campo, se retira gravemente hácia un lado, miéntras que las garzas blancas y azules y otras aves de la misma familia, levantándose en tropel, van á posarse desparramadas sobre los bosques vecinos.

Negociante necio, negociante mentecato, no te apresures; espera sazón y coyuntura para negociar: no vengas a la hora del comer ni a la del dormir, que los jueces son de carne y de hueso y han de dar a la naturaleza lo que naturalmente les pide, si no es yo, que no le doy de comer a la mía, merced al señor doctor Pedro Recio Tirteafuera, que está delante, que quiere que muera de hambre, y afirma que esta muerte es vida, que así se la Dios a él y a todos los de su ralea: digo, a la de los malos médicos, que la de los buenos, palmas y lauros merecen.

Diógenes, que, a mitad del camino pareció hacer de repente al tío Frasquito gracia de la vida, arremetió briosamente contra la hueste femenina, diciendo que era maldición de gitanos: «¡en lengua de hembras te veas!»; que quien dijo mujer, dijo demonio, y que de tan mala ralea era la casta, que todos, todos los bichos, hasta las chinches, ¡polaina!, eran mujeres...

No comimos ya juntos al año siguiente, porque el joven Baker juró que no sentaría jamás en la misma mesa que ocupase un canalla tan despreciable como Remigio, y a Colás, el que pidió dinero prestado en Valparaíso al joven Lupo, que servía de mozo en un restaurant, no le gustaba encontrarse con gente de tal ralea.

No imaginaba Julián riesgos inmediatos, pero presentía algo amenazador para lo porvenir. ¡Horrible familia ilegal, enraizada en el viejo caserón solariego como las parietarias y yedras en los derruidos muros! Al capellán le entraban a veces impulsos de coger una escoba, y barrer bien fuerte, bien fuerte, hasta que echase de allí a tan mala ralea.

Los ricos andan embaucados con las marquesas y con las duquesas, o con mil tunantas de mala ralea, que los explotan. ¿Qué es lo que queda para señoritas pobres como ? Nada..., el apodo de cursis que suelen prodigaros..., y algún Don Líquido degollante, con más hambre que vergüenza y con más trampas que medios de ganarse la vida. ¿Quién sabe, ama? contestó Inesita . No te apures tanto por .