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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Callaba Salvador entristecido y confuso. Don Manuel miraba vagamente una nubecilla blanca que se deshacía en jirones leves, sobre el fondo gris de un cielo huraño. Volvióse hacia el joven, y le dijo de pronto: ¿Sabes que ayer estuvo aquí el notario de Villazón? El muchacho interrogó perplejo: ¿Estuvo? ; yo le había mandado decir que deseaba verle.

Llevadla ahora mismo le dijo al duque de Lerma; le digo en ella que quiero verle, y cuanto más pronto le vea más pronto podré hablarle de vuestros negocios. ¡Oh, señora! ¡Cuánto os deberé si consigo recobrar mi dinero! exclamó Francisco Montiño. Pues id, id, amigo mío. De todos modos, yo tenía también que ir á ver á su excelencia. Pues adiós. Adiós. Adiós vos también, tío Manolillo. ¡Ah!

¡Mira cómo eres! balbuceó Krilov. ¿Por qué tenía aquella cara estúpida? ¿Quién se había atrevido a dársela? Una gruesa lágrima cayó de sus ojos. Apretando los dientes, se afeitó la otra mitad de la barba, y, tras una corta vacilación, se afeitó también el bigote. Mirose de nuevo al espejo. Al día siguiente todos se reirían al verle así. Y, sin embargo, en otro tiempo era muy otra aquella cara.

Margarita que ya es toda de Fausto, quiere que Fausto sea de Dios, y manifiesta su pesar de verle poco religioso. Fausto la aquieta más con cariño que con razones, y por último concierta con ella una cita. Aquí hay pormenores sobre cuyo valer no nos atrevemos a decidir.

Al saber que Frasquito, enfermo, se hallaba recogido en casa de Doña Paca, mostró la niña sincera aflicción, y quiso ir a verle; pero Benina se lo quitó de la cabeza. Más valía que le dejara descansar un par de días, evitándole conversaciones deliriosas, que le trastornaban el seso.

La serenidad del cacique le sacó de tino. ¡Me pasmo, caramelos! ¡Me pasmo de verle con esa flema! ¿O no sabe lo que pasa? Yo no me apuro por cosas que están previstas. En materia de elecciones no se me coge a de susto. ¿Usted se esperaba lo que ocurre? Como si lo viera. Aquí está el abad de Naya, que puede responder de que se lo profeticé. No atestiguo con muertos.

Desesperado y rabioso estaba yo de verle convertido en bon vivant, con sus puntas y collar de bribón desvergonzado; mas para evitar habladurías escandalosas, determiné aconsejar al colegio de los magos que siguiese sosteniendo que Parsondes había subido al empíreo, y que siguiese venerando su imagen, sin descubrir nunca, antes negando rotundamente, que Parsondes vivía con las bailarinas de Babilonia, en el alcázar de Nanar.

Los habitantes de las pobres viviendas que guarnecen por aquellos sitios la carretera, se asomaban a las puertas y ventanas, reflejando en sus rostros más curiosidad que tristeza, y las comadres del barrio se decían de ventana a ventana algunas frases de compasión para el reo, y no pocos insultos para los que íbamos a verle morir.

Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de , pues nunca pude decírselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de pesadumbre; y así, el día que nos partimos nunca pude verle para despedirme dél, siquiera con los ojos.

Si te empeñas en meter la cuchara, creo que lo vas a echar a perder... No, no te dejo subir... ¿te parece fácil entrar a verle sin que se entere su madre? Atrevidilla te has vuelto... ¿Que le bajen aquí? ¡Vamos; las cosas que se te ocurren...! Tiempo tienes de verle.

Palabra del Dia

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