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Actualizado: 15 de octubre de 2025
¡Hala a bordo! contestó el marinero que tenía el socaire soltando el chicote. El cable cayó al mar, y comenzó a subir velozmente por el costado del buque. Este se encontraba al abrigo del malecón, pero no había marea bastante para atracar al antiguo muelle. El capitán dió una voz al piloto. ¡Fondo! El piloto dijo a los marineros que tenía a su lado: ¡Arría!
Pero no contó con la huéspeda, la cual en esta ocasión fue Marroquín, quien indignado de aquel acto brutal, o por ventura cediendo a la aversión que le inspiraban todos los clérigos, acudió velozmente en auxilio de su compañero, y sujetando a su vez al cura por la espalda, le apretó tanto la cintura, que aquél se vio obligado, no solamente a dejar en paz a D. Leandro, sino a pedir con voz quejumbrosa misericordia.
Cuando Ricardo daba ya fin a su tarea de engullir y charlar, entró en el comedor Genoveva, diciéndoles: A la señorita María le duele un poco la cabeza y está descansando sobre la cama. Voy allá exclamó Marta, ausentándose velozmente. De su parte traigo para usted este recado, señorito añadió la doncella, presentándole una carta.
Demetria permaneció grave y silenciosa. Las comadres trataron de tirarle de la lengua, pero fué inútil. Sus esfuerzos se estrellaron contra la actitud fría y reservada que siempre había caracterizado á la hija del tío Goro de Canzana. Despidióse presto y se encaminó velozmente á Lorío.
La leyó velozmente, y después dejó escapar un grito de espanto, comprendiendo que la hija de Burton Blair había huido del hogar.
Alguna vez, cuando la enferma pedía algo, los dos se levantaban presurosos a dárselo; mas al coger un frasco, si sus manos se tocaban, Marta retiraba la suya velozmente, como si hubiese tropezado con una víbora, y dejaba hacer a su amigo. Ambos guardaban silencio. Marta, olvidada de sí misma, no pensaba más que en su madre. Ricardo, más egoísta, pensaba en María.
Atendió con cuidado y no tardó en escuchar el sordo rumor de la muchedumbre y más tarde el canto fúnebre, desgarrador de los clérigos, casi debajo de los balcones. Entonces se levantó velozmente y alzó con discreción una de las cortinas. Y vio el ataúd, el ataúd negro y dorado flotando como una barca sobre la muchedumbre.
¿Qué hay, qué hay? preguntó, echándose al suelo. Nada... cuidado con los pies; la corrección. Benincasa había sido ya enterado de las curiosas hormigas a que llamamos corrección. Son pequeñas, negras, brillantes, y marchan velozmente en ríos más o menos anchos. Son esencialmente carnívoras.
Por tal manera aquella imagen cadavérica de los pasados siglos se reía en su tumba. En la época en que nuevamente la encontramos, Doña María de la Paz se acercaba velozmente a una vejez apoplética, marchando a ella con los pies gotosos, la cabeza temblona, los hombros y el cuello crasos.
Permaneció algunos instantes inmóvil y muda. Luego dijo con voz enronquecida: Pues bien, Nolo, mi vida dará testimonio de la verdad que te he dicho. Adiós. Y sin que el mancebo pudiera evitarlo porque estaba mirando á otro lado se dejó caer hacia atrás en medio del río. La corriente la arrastró velozmente. Nolo se precipitó en pos de ella.
Palabra del Dia
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