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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Al otro lado de los cristales, ligeramente turbios por la humedad exterior, movíase, pasando de una a otra ventana, con lento balanceo, una especie de columna, esbelta, amarilla, de invisible término, acompañándola fieles en este cambio de situación, regular y acompasado como el de un péndulo, unas líneas negras y oblicuas semejantes a cuerdas.

Penetramos en la primer sala de las pinturas de Vernet. El cuadro en que me fijo representa á un combatiente moribundo. Está pálido, horriblemente pálido; tiene el labio inferior caido, dejando ver una encía amoratada, y cualquiera diria que sus párpados van á cubrir unos ojos turbios. Un amigo lo asiste de rodillas, llevándose una mano á la frente, en señal de desesperacion.

En tanto que así Juana se acababa, cerca de allí, sobre otro pobre lecho de aquel santo hospital, que cobijaba la pobreza y el mal bajo su techo, tambien un hombre viejo agonizaba, y en una cruz muy tosca, de madera, como si algun secreto le dijera, los turbios ojos con afan fijaba.

Y allí estaba él, plantado en el balcón, paciente y resignado, como si su destino fuese aguantar desdenes de aquella a quien había maldecido e insultado en toda clase de metros. Para ocultar su despecho, fingía contemplar atentamente el risueño panorama con sus ojos turbios. Poco le faltaba para llorar, y queriendo ocultar su emoción, murmuraba con expresión pedantesca: ¡Qué espectáculo!

Piezas del siglo anterior, arquetipos de la generación innumerable, habían sido exornados de mascarones y de imprevistas alimañas por la tenacilla de Vistori, de Ballorino, de Beroviero, en la gran época visionaria de la cristalería. Vidrios turbios, de un glauco tinte lodoso como el agua de los canales, de la cual aparentaban haber tomado toda su fantasía.

Y cuando un caballero apuesto y cortés, que saludaba mucha gente a su paso, se acercó, por lo mismo que vivía en esfera social más alta, más que a saludar, a proteger a Sol del Valle, cuando Juan Jerez llegó al fin al lado de la niña, y Lucía Jerez, que era quien de aquella manera la miraba, los vio juntos, cerró los ojos, inclinó la cabeza sobre el hombro como quien se muere; se le puso todo el rostro amarillo; y solo al cabo de algún tiempo, al influjo del aire que agitaban sus compañeras con los abanicos, volvió a abrir los ojos, que parecían turbios, como si hubiera cruzado por su pensamiento un ave negra.

La especialidad de don Fermín era la de ser distraído. Se olvidaba de todo. Estábamos reunidos el señor vicario, un señor profesor de primera enseñanza y... y el señor Soraberri miraba a todas partes, como espantado, con sus grandes ojos turbios, y decía: ¿En qué iba?... Pues... se me ha olvidado la especie. Al señor Soraberri siempre se le olvidaba la especie.

Ya no pudo pensar en ella como en una Beatriz inmaterial; sus pensamientos se quedaban abajo. Y vio lucir en el aire, reflejados desde el fondo de su espíritu, los ojos turbios de la Angustia. Muñoz entró en casa de Charito sin esperanzas de encontrarse con Adriana, pero con la idea de que su amiga pudiese darle noticias de cómo andaban sus relaciones con Julio.

Después, arrastrada por cierta fuerza misteriosa que acredita la existencia del magnetismo, volvió la cabeza hacia la sala y halló los ojos turbios y fríos del conde que también los contemplaba.

Le miraba fijamente, con los ojos turbios de lágrimas, sonriendo al mismo tiempo para expresar su gratitud. ¡Qué bueno eres! exclamó después de un largo silencio . El día que estuve por primera vez en Villa-Sirena me convencí de mi gran error. ¡Qué mal nos conocíamos! Ha sido necesaria la desgracia para vernos tales como somos.

Palabra del Dia

commiserit

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