United States or Puerto Rico ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aquellas tristezas, aquellos arranques mal disimulados de impaciencia, de despecho, que yo observaba con el rabillo del ojo ¡ay! ¡, esto era lo cierto, con el rabillo! ¿serían ilusiones mías, nada más que ilusiones? ¡Pero si no podía ser!». Y sentía sudores y escalofríos al imaginarlo.

Kempis ni qué ocho cuartos!... Voy a hacer obras en el caserón. Voy a blanquear el patio y los pasillos, a empapelar el comedor y picar la piedra de la fachada. Verán ustedes qué hermosa queda la piedra amarillenta después que la piquemos. No quiero obscuridad, no quiero negruras, no quiero tristezas.

Y éstos y otros parecidos lances eran el único lado agradable que tenía para aquel cuadro de continuas e interminables tristezas, sobre las cuales iba descollando de día en día y a medida que la temperatura se templaba y surgían riscos y laderas por los anchos desgarrones abiertos en el espeso tapiz de nieve por los rayos del sol, la figura, de suyo melancólica, de la mujer gris, particularmente hacia la caída de la tarde, y, sobre todo, al descolgar el calderón y empuñar los dos cántaros de barro para ir a la fuente entre día y noche, según costumbre inmemorial en ella.

De no hablarle Rafael, no hubiera podido adivinar aquellas tristezas que habían cortado sus amores. Transcurrió más de una hora sin que pudiese hablar a solas con su hermana. En las miradas fijas de Fermín parecía adivinar la moza algo de sus pensamientos.

A ver, siga usted: eso me interesa; suelte su bagaje de paradojas. Es divertido, y le hará olvidar el recuerdo de sus tristezas pasadas. Pero Maltrana, insensible al regocijo de su amigo, siguió hablando. Un movimiento universal, semejante al nacimiento de una religión poderosa, se estaba apoderando de los destinos del mundo.

Duerme en sábanas negras, calza zapatos de gallego, sólo viste paño del peor, y cuando hay fiesta en casa se va a la de una vecina, huyendo de ruidos. ¡Ay, la Merivén! ¡Qué mardita bestia! ¡Y qué de tristezas trae!... Y al nombrar a la Muerte, a la terrible Merivén, hacía grotescos ademanes de espanto, como si la tuviese delante y quisiera apartarla con las manos.

Don Fermín no era aficionado a contemplar la noche serena; lo había sido mucho tiempo hacía, en el Seminario, en los Jesuitas y en los primeros años de su vida de sacerdote... cuando estaba delicado y tenía aquellas tristezas y aquellos escrúpulos que le comían el alma.

Calló un instante, como si las tristezas de su vida anterior le impusieran silencio. Pero vió tal curiosidad en las pupilas del coloso, que al fin siguió hablando. Yo vivía oculto: mi existencia era azarosa; de un momento á otro iba á caer en manos de los enemigos implacables de mi familia, y en tal situación llegó usted á este país.

Quince días había vivido sola en poder de criados aquella pobre niña, huérfana y enferma, pues doña Anuncia no se decidió a emprender el viaje de las veinte horas hasta que se le pidió esta obra de caridad en nombre de su sobrina moribunda. Ana estaba ya enferma cuando la sobrecogió la catástrofe. Su enfermedad era melancólica; sentía tristezas que no se explicaba.

A lo cual respondió Florela suspirando: Cosa es el amor, señora, que no ha menester más que un punto para rendir a su imperio un alma; y tanto más, cuanto más esta alma está anegada en tristezas, y huérfana de dulces afectos. Calla, Florela, dijo doña Guiomar enjugando sus lágrimas, que me parece que alguien viene.