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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Y efectivamente, su sonrisa, sus miradas prometedoras, le hacían encontrar otra vez á la Alicia que había marchado junto á él por el camino de la costa con la boca pegada á la suya en un beso interminable. Al quedar solo, le asaltaban sus propias tristezas y preocupaciones. Había recibido noticias de Rusia por varios fugitivos que acababan de librarse de la persecución revolucionaria.
Entonces el Magistral, allá dentro, callaba; y cuando ella terminó, la voz del confesonario temblaba al decir: «Hija mía, esa historia de sus tristezas, de sus ensueños, de sus aprensiones merece que yo medite mucho.
Y en este equilibrio, que no deja de ofrecer dificultades, ¡cuánto se aprende a veces del hombre rudo de los montes, por el hombre culto de las ciudades, y cuánto halla éste que ver y que admirar allí donde los ojos avezados a los relumbrones llamativos del mundo civilizado, sólo distinguen sombras, monotonía, soledades y tristezas!
Las innumerables fábricas han quedado atrás, y al movimiento de las gentes y la monotonía melancólica y prosáica de los edificios urbanos suceden el capricho, la variedad, la alegría risueña y la frescura de todo lo que constituye la campiña en Inglaterra, hermosa aún ántes de que el verdor de la primavera haya hecho olvidar todas las tristezas del invierno.
Se arrepintió de haber venido, provocando con su curiosidad una confesión que despertaba las tristezas de esta mujer. Ella, que le miraba sin verle, con los ojos desmesuradamente abiertos, acabó por concentrar sus pupilas, fijándose en la emoción de Miguel. Esto la hizo serenarse un poco. Feliz tú, que no conoces este suplicio. Es interminable: no tiene remedio.
Balbucí algunas palabras de disculpa..., para acabar pidiendo a Luz, entre lágrimas, que no me aborreciera. » ¡Aborrecerte! exclamó la infeliz, enjugando mis ojos con sus besos , ¡siendo mi madre, y con lo que has llorado!... »No tenía derecho a pedir, más, cuando me daba lo que yo no merecía. »Después de esta escena, volvió Luz a caer en sus tristezas.
¡Lo ve usted cómo se ofende!... Lo que yo pretendo preguntarle es si, teniendo usted en su mano fabricar un mundo bueno, poblado de seres felices, eternamente felices, crearía usted por capricho otro lleno de dolores, de tristezas, de amarguras, daría usted vida a unos pobres seres, malos y buenos, por el gusto de recompensar a los buenos y castigar a los malos.
Pero lo que le sacaba de sus casillas eran Las noches de Young, traducidas por Escóiquiz; y él se sumergía en aquél océano de tristezas, identificándose de tal modo con el personaje, que á veces le encontraban por las mañanas pálido, extenuado y sin acertar á pronunciar palabra que no fuera lúgubre y sombría como un responso.
Su voz tenía el sonido débil y dulce de una lejana campanilla de plata; y en el silencio del salón se desarrollaba su palabra con cierta unción evangélica, como si al hablar pasase ante sus ojos la visión de un mundo mejor, de la sociedad perfecta del porvenir sin opresión ni tristezas, tantas veces soñadas en la soledad de su gabinete de estudio.
El poeta hizo partícipe de esta buena suerte al comandante, en su calidad de numismático, y para los dos transcurrió el período de cautiverio en una dependencia humillante pero soportable. La ciudad, á pesar de sus recientes tristezas, hizo grandes preparativos para recibir á Simoulin á su vuelta de Alemania.
Palabra del Dia
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