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Actualizado: 2 de junio de 2025


Si te parece dijo tímidamente D. Facundo, entraremos en el café del Prado que es el más próximo: conozco al dueño. Adelante; vamos al café del Prado. Cuando llegaron a él, Hojeda propuso que entrasen por el portal, donde había una puertecilla que comunicaba con la cocina; así evitaban la exhibición.

Y poniéndose como un tomate el buen Frígilis advirtió tímidamente que hacía más de mes y medio él se había tomado la libertad de venirse a dormir debajo de la Regenta. Los criados tenían orden de no decírselo a la señora. Desde que esto supo Ana se creyó menos sola en sus noches tristes.

Ella, grave y silenciosa, volvió á entregársela. Pero tanto llegó á enfadarle aquella prueba de afecto, que se puso nerviosa y un día le dijo bruscamente: Mira, suéltame la mano. ¿Por qué? preguntó él tímidamente. Porque me dan calor las tuyas, ¿sabes? Velázquez, confuso, hizo lo posible por echarlo á broma, pero se abstuvo en adelante de molestarla. Todavía era feliz, sin embargo.

¡Ay, Isidorita, Isidorita!, me parece que usted es una buena pieza, y el día menos pensado la voy a plantar a usted en la calle. ¡Laura! exclamó tímidamente D. José, ya acostado. Quita, quita. Fuera moscones. No nos faltara quien ayude a pagar el alquiler. No quiero líos en mi casa. ¿Líos...? ¡Quia!

Cinco minutos de diálogo bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó: ¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha venío aquí creyendo que yo estaba liá con el señorito Pepe? Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió tímidamente. ¡! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido!

Este se esquivó prontamente, juzgando que su capitán no estaba aún en una situación de espíritu bastante apacible para soportar pacientemente sus eternas contradicciones. Cálmese, Kernok dijo tímidamente Melia . ¿Cómo se encuentra usted ahora? Muy bien, muy bien. Estas dos horas de sueño han bastado para calmarme y desechar las ideas tontas que esa maldita bruja me había metido en la cabeza.

En ese instante se abrió muy suavemente la puerta de la cocina, y por la abertura, no más ancha que la mano, ella se escurrió en la habitación. No se había quitado el delantal; su rostro estaba tan blanco como él, y los labios le temblaban. Bienvenido seas, Roberto le dijo tímidamente por detrás, pues él se había vuelto hacia .

Dibujándose al cabo una sonrisa en sus labios de coral, preguntó tímidamente: ¿El capitán? Flora bajó la cabeza sin responder y se puso á restregar con furia la prenda que tenía entre las manos. Ambas permanecieron silenciosas. Al fin Flora, sin levantar su rostro y con voz un poco temblorosa, dió cuenta á su amiga de los motivos que tenía para sospechar que era hija de D. Félix.

Además, un monstruoso desgaste le hacía pensar por instinto defensivo en la vida tranquila del hogar. Tímidamente hacía cálculo sobre su dulce reclusión. ¿Cuánto tiempo vivía en ella?... Su memoria confusa y nebulosa pedía auxilio. Quince días contestaba Freya. De nuevo insistía en sus cálculos, y ella le afirmaba que sólo iban transcurridas tres semanas desde que su vapor partió de Nápoles.

Tal vez la lluvia de estos días habrá influído perniciosamente sobre ellas manifestó tímidamente el licenciado Velasco de la Cueva. ¡Qué lluvia ni qué calabazas!... No diga usted tonterías, D. Juan. La lluvia, cuando las lechugas se plantan en la época y en la forma en que deben plantarse, no influye, no tiene por qué influir sobre ellas. Perfectamente.

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