United States or Hungary ? Vote for the TOP Country of the Week !


Quiero que un día, estando yo a su lado, no contemple más las puestas de sol. María Teresa se levantó riendo, con risa forzada; las frases de Huberto empezaban a molestarla; juzgó prudente interrumpirlas. Viendo a la joven de pie, Martholl quiso tomarle la mano, pero ella la retiró bruscamente. ¿No me permite subir con usted a la terraza? interrogó él.

Pero no fue necesario. ¡Bueno estaba poniendo Nélida al hermanito!... Al abrir la puerta, lo agarró de un brazo, haciéndolo entrar a empellones. ¡Hasta cuándo se proponía molestarla con sus necedades!... Estaba en lo mejor de su sueño y venía a interrumpírselo con sus historias disparatadas. «Mira bien, zonzo... Abre los ojos, animal... ¿Dónde está el hombre, idiota?...» Y lo zarandeaba, iracunda, mientras el muchacho abría desmesuradamente sus ojos mirando a todos lados, y especialmente al vacío debajo de la cama, como si sólo allí pudiera ocultarse un intruso.

LEONIE. ¿No quiere usted hacer carrera en el ejército...? ¡Me parece mal...! Un hombre joven y bien formado, como usted, tiene un hermoso porvenir en la carrera militar. ¡Pero siéntese usted...! CIRILO. ¡Muchas gracias...! ¡Temería molestarla...! LEONIE. ¡Oh! No tengo nada que hacer hasta las ocho. Si usted quiere, saldremos juntos a recorrer París.

Aquel hombre venía por ella, y su padre era el primero en aceptar este deseo. ¡Cosa hecha!... Era un Febrer, y ella iba a decirle «». Recordó sus años infantiles en el colegio, rodeada de niñas más pobres que aprovechaban todas las ocasiones para molestarla, por envidia a su riqueza y por un odio aprendido de sus padres. Era la chueta.

Los desprecios y los bufidos resbalan sobre su persona sin molestarla. Habló Isidro de la indignación de las matronas, que consideraban como un tormento viajar con sus hijas teniendo que sufrir la compañía de Nélida.

El silencio se hacía embarazoso. Misia Casilda dijo, mirando a Susana: ¿Esta es la mayor, Gregoria? contestó la de Esteven, la mayor. Y a Angelita, ¿no la conoce usted, tía Silda? intervino la niña, viendo que el silencio volvía. La conozco, , de vista. La llamaré... Déjala; no quiero molestarla. Voy a llamarla. Y escapó. Las dos hermanas, solas ya, mirábanse de reojo.

Maltrana, influido por los comentarios de la gente, que afirmaba la riqueza de la tía Mariposa, creía percibir en sus palabras una hipócrita falsedad. ¡Abuela! ¡abuela! exclamó con tono suplicante. Y para vencer su dura avaricia, la describió su situación. Nada le pedía para él. De verse solo, como en otros tiempos, no vendría a molestarla.

En la convalecencia de la segunda fiebre, en Vetusta, volvió esta actividad indomable del pensamiento a molestarla; pero poco después de comenzar a comer bien, mediante aquellos esfuerzos supremos, notó que unas ruedas que le daban vueltas dentro del cráneo se movían más despacio y con armónico movimiento.

Luego se dirigían hacia la popa discretamente en busca de las tertulias que empezaban a juntarse en el fumadero, como hombres que sorprenden una reunión de familia y no quieren molestarla con su presencia.

Ella, grave y silenciosa, volvió á entregársela. Pero tanto llegó á enfadarle aquella prueba de afecto, que se puso nerviosa y un día le dijo bruscamente: Mira, suéltame la mano. ¿Por qué? preguntó él tímidamente. Porque me dan calor las tuyas, ¿sabes? Velázquez, confuso, hizo lo posible por echarlo á broma, pero se abstuvo en adelante de molestarla. Todavía era feliz, sin embargo.