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Actualizado: 3 de junio de 2025
Ahorcados seais deshonradamente por mandado de la Reyna, como lo fué Aman por mandado de Ester, y el sueño que Aman soñó: y todo lo dicho os venga, si vosotros no os viniéredes de esse Reino: y seais todos malditos como digo, siendo y quedando mi casa y la gente de ella libre á paz, y á salvo de todas las cosas, mas con los buenos logros en estas tierras largas, y de promission, que por acá hay, y que vosotros no sois para gozarlas, ni mereceis ver.»
Esto es; prontito, a casa del señor Portas, que lo que es elocuencia para convencerle y lágrimas para ablandarle, no le habían de faltar. ¡Caramba! no haberlo pensado antes... Día de fiesta era, y don Pablo Aquiles, que estaba de morro y no quiso almorzar, se fué a dar su paseo; la campanada de las diez y media sonó en el reloj del comedor, y la señora se cubría ya con el velo y el mantón, cuando el llamador de la puerta de calle se hizo oír con grave redoble.
Los viejos aficionados protestaban sordamente. ¡Monerías! ¡payasadas que no se hubieran tolerado en otros tiempos!... Pero tenían que callarse, abrumados por el griterío del público. Cuando sonó el toque de banderillas, la gente quedó en suspenso al ver que Gallardo quitaba sus palos al Nacional y con ellos se dirigía hacia la fiera.
Me estáis cargando la paciencia hace una hora, y no quiero ya más peso. ¡Idos, ó vive Dios! Mirad no os tire yo en medio de la escena, don bravatas exclamó el hidalgo, que echaba fuego por los ojos. ¡A mí! ¡echarme vos á mí!... exclamó Montiño poniéndose pálido. Y en seguida sonó una bofetada, y luego un hombre cayó, como lanzado por una máquina, del lado de adentro de los bastidores.
Sí; un adorno nada más... Pero sus ojos se obscurecieron con una duda cruel... Un adorno; pero si alguien le ofendía llevando tal compañero, ¿qué debe hacer un hombre?... ¡Pepet!... ¡Atlot! La voz de cristal sonó ahora al pie de la torre. Febrer esperaba oírla más cerca, ver aparecer la cabeza de Margalida y luego todo su cuerpo en el hueco de entrada.
Gracias á tu fuga de aquella noche podemos ser amigos, amigos eternos, hermanos si quieres; pero ¿por qué me hablas de amor?... Eso no es de nuestra edad. Ya pasó. ¿Qué ves en mí ahora que no tuviese de joven? Veo tu desgracia. La voz del príncipe sonó grave y profundamente sincera al decir esto.
Por la calle no cruzaba nadie, pero en un balcón debía de haber gente, porque después de su beso sonó otro más fuerte seguido de alegre carcajada. Carlota, ruborizada hasta querer saltársele la sangre, echó a correr desatinadamente, lloró de vergüenza y le hizo jurar que se abstendría en adelante de tales expansiones imprudentes.
Sí, señor... pero en este momento va a decir misa. Si usted quiere oírla, puede subir después a su cuarto. Con mucho gusto repliqué. Retirose de la ventana, y acto continuo sonó un campanilleo de llaves y la puerta se abrió con ruido de cerrojos que se corren. Pase. Cerró otra vez con llave y me dijo: Venga usted conmigo.
Qué rustrió ni qué.... ¡Imbéciles!... Y aunque tamaño absurdo fuera atendible, ¿de qué serviría cuando la pared cayó un cuarto de hora después que sonó el tiró?... ¿Pero tu haces caso de esas socaliñas? dijo don Silvestre, hasta entonces mudo espectador. Á esta gente es preciso conocerla. ¿Á que anda el tío Merlín en el ajo? Justamente contestó el pobre hombre.
Otra que se marchaba odiándole, pero sin quejas ni reclamaciones. ¡Adiós para siempre!... ¡Que fuese muy feliz! La voz de Maltrana sonó detrás de él respondiendo a su pensamiento.
Palabra del Dia
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