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Actualizado: 21 de junio de 2025
Voy cumpliéndolas... ¡es la verdad!... en el fondo de este baúl que se llama Melchor Astul... en el fondo, es decir, en la conciencia, no guardo ningún agravio... ninguna ofensa... ningún remordimiento... he hecho todo el bien que he podido... y sigo haciéndolo... he pasado por tonto muchas veces; pero no he sentido envidia por quienes me consideraron así... y ahora mismo sigo mi viaje de buenas intenciones... y lo seguiré hasta el fin... ¡hasta que el baúl se rompa!... o hasta que se acabe todo lo que tiene adentro... o lo roben los hombres... ¡o lo ensucie el uso!...
Yo estoy loco, te lo concedo; pero tú lo estás más que yo, y por eso no te sigo. Miguel le miró fijamente, sin abandonar su silenciosa inmovilidad, esperando que continuase. ¡Un duelo en plena guerra! ¿Tiene eso sentido común?
Susana me escribió que se iban al Frigal, pero no creía yo que fuera tan pronto... ¡Se va entonces a la estancia! y pobre, completamente arruinada; con qué alegría me lo dice en su última carta: «Ahora que somos iguales, no habrá más obstáculo a nuestra felicidad que la desavenencia de las dos familias, pero de esto me encargo yo.» ¡Siempre la misma, confiando en Dios! bien se ha portado Dios con nosotros, que no ha querido oírnos... Allí está el balcón, por donde ella me aparecía: un changador se ve ahora, triste representación de la realidad... Tú no me ves, Susana, ni puedes oírme, pero, desde aquí, te digo que te quiero, que te adoro: ahí va un pedacito de mi corazón destrozado, ¿sabes? todas tus cartas las he quemado, conforme me indicaste: nadie sabrá nuestros secretos... ¡adiós, Susana, adiós!... vamos, si sigo aquí, concluiré por llorar...
Fuí esposo ayer presente; Hoy, ¿qué seré, si estoy de vos ausente? ¿Que os vais, hermosos ojos, Soles del mismo cielo? ¿Que dejáis vuestra tierra y vuestro amigo? ¿Qué de ausencia y enojos, Nubes del bajo suelo, Eclipsan vuestra luz, que adoro y sigo? ¿Que no hablaréis conmigo, Ni me diréis amores? ¿Que no podré tocaros? ¿Que ya no podré hallaros Entre estas aguas y olorosas flores? ¿Qué es esto, vida mía?
BEAUVALLON. Poseías los cabellos rubios más hermosos del mundo... LA CHOUTE. Y los sigo poseyendo... Ella le tiende la cabeza, coronada por una soberbia cabellera de un rubio ceniciento. BEAUVALLON. ¿Y tus dientes...?
Salgo á la calle un poco disgustado, como cualquier otro orador en el mismo caso, y sigo mi camino, no sin volver repetidas veces la cabeza hacia el balcón. Á los treinta ó cuarenta pasos observo que está la niña asomada, y me paro y le envío una sonrisa y un saludo ceremonioso. Esta vez contesta, aunque ligeramente, pero se apresura á retirarse. ¡Cuidado que era linda aquella niña!
La sigo a Biarritz, la acompaño a París; y cuanto más la trato, más atado me veo por este maldecido respeto... Me cortaría yo este respeto como se corta una mano gangrenada. ¿A qué viene tal respeto? ¿Qué quiere decir esto? Sea lo que quiera, de esa mujer digo yo lo que hasta ahora no he dicho de ninguna, y es que si fuera soltera, me casaría con ella...».
Y todo el día he sido presa de temores. El sol se ha puesto ya, y le sigo esperando en vano. Ha muerto, padre; estoy segura. EL CONDE. Según mis noticias, el duque goza de una excelente salud. Vuestros temores, condesa, son exagerados, como vuestro amor. Bajo la protección del propio emperador, avanza tranquilo a través de nuestras tierras.
Después pensó dejar un recuerdo alegre y divertido en la cárcel. Cogió la cantarilla del agua y le puso su boina y la dejó envuelta en el trozo que quedaba de manta. Cuando se asome el carcelero podrá creer que sigo aquí durmiendo. Si gano con esto un par de horas, me pueden servir admirablemente para escaparme.
Con perdón de unos y otros, cuyo grande ingenio no desconozco, sigo creyendo que no es todo sombra en la vida y que para pintarla como es realmente precisa arrojar antes la cólera de nuestro corazón, despojarse de toda inquietud y deseo y contemplarla sin prevenciones.
Palabra del Dia
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