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Actualizado: 13 de mayo de 2025


A las dos subí a mi cuarto para ponerme el traje de rigor, cuando la abuela me hizo sufrir un examen imprevisto. ¿Qué vestido te pones? El gris, corte de sastre. El gris... No, yo preferiría el azul marino con aquella linda pechera que tan bien te sienta. Debajo del abrigo de pieles ligeramente entreabierto, hace muy bien...

Bien miradas las cosas, aunque ahora lo sienta, cuando sepa cómo estoy, bendecirá este arranque mío. No debemos volver a vernos. Quiero que, de conservar memoria mía, guarde el recuerdo de la otra Felisa, la de antes. »He tratado de repetir sus mismas frases: lo que no puedes imaginar es el acento de amarga y firme resolución con que las dijo.

Precisamente, lo singular de este fenómeno está en que nuestra inteligencia se sienta obligada á dar su asenso á una proposicion, en que se afirma un enlace absolutamente necesario sin relacion á ningun objeto existente.

¿Pero quién es aquel señor que abre la puerta del café y esparce su vista por el local, como buscando a alguien, y desde que ve a Mariano viene hacia él, y se le sienta enfrente? ¿Quién ha de ser sino el bendito D. José? Bien se conoce en su faz su martirio y las tristezas que está pasando. Ved su cara demacrada y mustia, sus ojos impregnados de cierta melancolía de funeral; ved también sus mejillas, antes competidoras de las rosas y claveles, ahora pálidas y surcadas de arrugas. ¿Qué le pasa?

Fray Anselmo, que musitando sus oraciones había vislumbrado la escena desde los corredores, vociferó: ¡Esto es intolerable, ya! Y dirigiéndose a Pablo: ¿No sabéis cuándo habrá recepción en Palacio? No... Como era hora de cenar, pasaron al comedor. Después del «Benedicite», el dominico preguntó al dueño de casa: ¿Quién se sienta ahora en el trono de España? Felipe II repuso doña Brianda.

Había sido un bravo militar; pero como hubiera tenido el honor años atrás de ser elegido presidente de un Ateneo de infantería, y vístose en la necesidad de estudiar y pronunciar un discurso, se encontró con gran sorpresa excelente orador en su opinión y la de los jefes, y de una en otra vino a parar en hombre de letras, hasta el punto de jurarse solemnemente y con la energía que tan bien sienta en los defensores de la patria, ser un erudito.

Cuatro horas después Nébel abría sin ruido la puerta del cuarto de Lidia. ¡Quién es! sonó de pronto la voz azorada. Soy yo murmuró Nébel en voz apenas sensible. Un movimiento de ropas, como el de una persona que se sienta bruscamente en la cama, siguió a sus palabras, y el silencio reinó de nuevo.

Pues ni eso poco me concedes: ya ves que no puedes concederme menos... y es natural, muy natural, que lo sienta; y sintiéndolo, que te lo diga; lo cual no debe extrañarte, porque también me querrás sincero antes que falso... ¿No es así, Nieves?... En este supuesto, todavía tengo que decirte más, y te digo que es cierto que nunca te vi entusiasmada con tu primo; pero que también es verdad que lo de ese disgustillo de que te acabo de hablar, es cosa nueva en ti: desde que estamos en Peleches.

No lo sienta usted, señora respondió Francisca con una vivacidad enteramente elástica, soy yo quien lo ha pedido... Pero ese señor ridículo que afirma que no se casa nadie con la mujer camarada, se engaña... Yo me casaré añadió con una expresión repentinamente endurecida, diga lo que quiera ese señor y sus admiradores...

Entonces, como ahora, todo cuanto se produzca escrito en castellano, vendrá a enriquecer el tesoro literario español, y, si vale algo, será recibido, no con celosa envidia, sino con satisfacción y con júbilo por todo el que se precie de español y sienta en el alma el amor de la patria grande, o sea de la casta.

Palabra del Dia

bagani

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