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Actualizado: 13 de mayo de 2025


En torno de la mesa, adornada de flores extrañas y chispeante de cristales y de argentería, las mujeres de dudosa moral y los amables vividores convocados por Marenval estaban agrupados en un desorden tan familiar como explicable, dada la excelencia de los manjares y la calidad de los vinos, y escuchaban á un joven alto y rubio que, á pesar de las frecuentes interrupciones de que era objeto, seguía hablando con tranquilidad imperturbable: ¡No! no creo en la infalibilidad humana; ni siquiera en la de los que tienen la profesión de dictar sentencias y que pueden por consecuencia atribuirse una experiencia particular. ¡No! no creo que en el momento en que un ciudadano como ustedes y como yo se sienta en el banco de madera de la tribuna del jurado se vea súbitamente iluminado por revelaciones superiores que le otorguen la ciencia infusa. ¡No! no creo que unos honrados padres de familia, ni siquiera los solteros, en cuanto se endosan una toga, con ó sin armiño, no sean ya susceptibles de engañarse ni de dictar sentencias discutibles.

"Cayú, bien vés cual quedo entre cristianos, Y tu hijo tambien: tén buena cuenta, Que guardes de malicia bien tus manos, Y cosa contra aquesto no se sienta: Que tratas con los indios Zapicanos, Ni Guaraní por pienso en tal consienta, Que al punto que haya tal, entrambas vidas, De tu hijo y de , serán cumplidas."

Nadie oye a Nené: no la está viendo nadie. Su papá deja siempre abierto el cuarto de los libros. Allí está la sillita de Nené, que se sienta de noche en la mesa de escribir, a ver trabajar a su papá. Cinco pasitos, seis, siete... ya está Nené en la puerta: ya la empujó; ya entró. ¡Las cosas que suceden!

De pronto suena una puerta en la casa. Los pasos de su hermano repercuten en el vestíbulo. Se pone en pie de un salto, y se sienta. La figura de Martín aparece en el emparrado. ¡Hermano! ¡hermano! exclama Juan. ¿Estás ahí, muchacho? y se deja caer sobre el banco con un suspiro ruidoso.

Entra en la tribuna de la prensa y se sienta con mucho cuidado, levantándose el gabán, sosteniendo en alto el sombrero. Y luego se pone a mirar hacia allá abajo y tose de rato en rato... Yo creo que este viejo oye atentamente todo lo que dicen; pero no lo oye. ¿Cómo lo ha de oír si es sordo? Entonces, ¿para qué viene?

El accidente más curioso en tales días es el que ofrece la llegada de la persona que se supone enterada de lo que va á haber. Rodéanle: el enterado se hace de rogar, principia á hablar en lenguaje simbólico para aumentar la curiosidad, sienta por base que sin la más profunda discreción y la promesa de guardar el secreto, no puede decir lo que sabe.

8 El rey que se sienta en el trono de juicio, con su mirar disipa todo mal. 9 ¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón; limpio estoy de mi pecado? 10 Doble pesa y doble medida, abominación [son] al SE

No hablo de sus amigos, entre los que nos contamos, pues la autoridad que pueden tener sobre usted es muy débil comparada con la de esas dos mujeres que tanto han llorado por usted. Existe ademas otra afección que puede tener una influencia decisiva en la vida de un hombre. Y aun esa es preciso que el que la provoca, la sienta.

Así se lo digo muchas veces a la gazmoñita de mi sobrina, que hace melindres al vidriero de la esquina... Ahora, si usted me pregunta mi sentir, le diré que el que más me gusta de esa cuadrilla que se sienta en el rincón es aquel muchacho rubio que llaman Godofredo. No es que tenga que decir ni pensar nada malo de éste.

Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la buhardilla. Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos. De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo. ¿Iríais de buena gana, eh?

Palabra del Dia

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