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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Usted no habla nunca así; y cuando se pone serio, no dice más que mentiras. Lo que quiere es que yo me serene. Se lo agradezco; pero no puede ser. Y lo que es esa francesilla asquerosa no se ríe de mí».
Son distinguidos capitanes españoles que han seguido al monarca en su destierro, y entre ellos he de nombraros á Don Fernando de Castro, el primero junto á las gradas, modelo de caballeros y tan hidalgo como valiente. Frente á nosotros están los señores gascones, cuyo serio y enojado aspecto revela el reciente disgusto que han tenido con Su Alteza.
La portera me la enseñó estando en su balconcito, con una bata muy lujosa, que bien puedo decir que me la ha robado a mí. ¡Y era fea, doña Manuela, muy fea! Huesos y pellejo nada más; pero con unos ojos de desvergonzada, que es sin duda lo que les gusta a los hombres.... ¡Mi Antonio, un hombre tan serio, con esa mala piel! ¡Ay, doña Manuela de mi alma, yo creo que me va a dar algo!
Pedro con sus grandes ojos abiertos seguía la corriente del agua. ¡Qué serio te has puesto, Periquillo!... ¿Te vas aprovechando de los consejos del agua?... ¡No pongas esos ojazos, hombre, que me asustas! La joven reía sin cesar y sin motivo, como quien se desquita de largo ayuno. Eran sus carcajadas sonoras y claras, pero no en tono agudo, sino grave.
Sólo en Otahiti, cuando llega allí el capitán Cook, se toma por lo serio el hacer en público tales actos como ceremonia religiosa. Fuera de estos casos rarísimos, lo general es que el sigilo y el secreto presidan á los amores.
Si lo estuviese, es bien seguro que no la seguiría como un pirata callejero ... sobre todo en las circunstancias en que ahora me encuentro.... Raimundo se puso serio al llegar aquí e hizo una pausa. Luego dijo precipitadamente, con voz alterada por la emoción: Señora, mi madre se ha muerto hace poco tiempo ... y usted se parece muchísimo a mi madre.
Frasquito y Gregorio le contuvieron. Las mujeres, temerosas, procuraron calmarle. Todo había sido broma. Parecía mentira que tomase en serio las simplezas de Isabel.
Y suplida con este auxiliar su carencia absoluta de nociones retóricas y hasta gramaticales, ¡quedábanle tantos estímulos que le aguijoneaban! ¡Había en el Parlamento unos detalles tan seductores para él!... Aquellos galoneados ujieres, llevando sobre la argentina bandeja el vaso de agua azucarada para el orador, tan pronto como éste comenzaba a hablar; aquellos taquígrafos, anotando, escrupulosos, cuanto se dijera y se accionara; aquellos diálogos entre la presidencia y el diputado, sobre la intención de cierta frase; aquellos discreteos entre las mismas dos potencias, con los cuales terminaba siempre el altercado; aquellas tribunas atascadas constantemente de aficionados, que seguían sin pestañear todos los incidentes de una sesión; aquellas señoras tan elegantes, entre las que podían figurar su mujer y su hija; aquellos diplomáticos, que tal vez se apresuraran a comunicar por telégrafo a sus respectivos Gobiernos el efecto de un discurso pronunciado a tiempo y de cierta manera..., no imposible para él, si se le daba punto conveniente y no mucha prisa, y por último, y sobre todo, aquel país que le contemplaba, y que al día siguiente había de comenzar a pronunciar su nombre y a enterarse del asunto y a tomarle por lo serio.... ¡Cielos, y cómo envidiaba a los que, más osados o más prácticos..., o más apremiados por las circunstancias, se lanzaban desde luego a la pelea! ¿Qué importaba allí el temple de los argumentos? ¿Qué más daba que fuesen éstos de acero que de cartón? ¿Decidían acaso las razones aquellos debates?
No hablemos de eso dijo poniéndose serio el conde de Haro ; mi hija llevará á vuestra casa en dote, las buenas tierras de un mayorazgo de hembra que posee, cuya renta sube á trescientos mil ducados. No hablemos de eso dijo el duque de Gandía ; yo no necesito más que la hermosura y la nobleza de vuestra hija. Tiene treinta años. Mejor. Pues entonces... ¡Sanjurjo! ¡Sanjurjo!
Y con voz incisiva, casi dura, siguió diciendo: ¿Se figura usted que soy bastante tonta para creer en un sentimiento serio en el señor Lautrec? ¿Cree usted que no he descubierto en seguida la sequedad egoísta de aquella alma sin profundidad, sin nobleza, sin?... ¡Cuidado! exclamé. Habla usted de él con amargura. ¿Qué le ha hecho a usted? Luciana se echó a reír.
Palabra del Dia
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