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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Qué momento tan solemne aquel, de recogimiento para el alma del viajero, de esperanza profunda y de temor supremo! Al dejar la playa arenosa donde quiebra sus hondas el majestuoso Magdalena, creía separarme de un inmenso tesoro.
Por ahora ve disponiéndome el cuartito; no te metas en lavaduras de suelo, y mientras nos vemos y te doy un abrazo recibe la bendición de este pobre viejo». Cuando Angelina leyó esta carta se puso pensativa y triste. Temo separarme de tí, Rorró. Pero ¡qué he de hacer! No necesito que él me lo diga; comprendo muy bien que hago falta. ¿Te figuras cómo estará aquella casa?
Me ha costado mucho dolor, muchas horas de insomnio, muchas lágrimas separarme de ellas. Déjeme usted que a cambio de tantas lágrimas me ría ahora un poco. De modo dijo el sacerdote con mal reprimida agitación que, olvidando por entero las creencias que usted mamó, la santa religión de sus padres, se declara usted enemigo de Dios...
La primera vez que me alegro de separarme de ti, Velázquez repuso éste estrechándole la mano. Acometidos de un vértigo, todos hablaban y nadie se entendía. Mas hé aquí que el prudente Frasquito se acerca á Velázquez y le dice misteriosamente: Oye, chico, pero ¿vas á perder el dinero del pasaje?
Y al tiempo de separarme la di el ósculo de paz.» También recuerdo que en cierta ocasión, habiendo sorprendido en un discípulo un ademán obsceno, cayó sobre él exclamando: «¡Infame, todavía no estamos en Sodoma y en Gomorra!» Y por poco le despedaza. Finalmente, en estas y otras cualidades guardaba el buen profesor muchos puntos de semejanza con el elefante.
Y una vez más contesté: No, amor mío. Y sin embargo, existía un hombre no Miguel, que debía de separarme de ella y por cuya vida iba yo a arriesgar la mía. A dos leguas de Zenda y por la parte opuesta de aquella donde se alza el castillo, queda un extenso bosque.
Mi padre había abierto un pequeño libro con láminas ordinarias para distraerme, y yo, sin separarme de su lado, hojeaba casi maquinalmente sus páginas, y me detenía contemplando los grabados, siempre estrechado por él. Bien, hijito me dijo al fin, vete a recoger, que es tarde ya y yo tengo que hablar con tu tío.
La explicaba cómo una serie de transiciones invencibles me había conducido poco a poco desde la indiferencia a la atracción, del temor al vasallaje, de la añoranza en la ausencia a la necesidad de no separarme nunca de ella, de la visión de que iba a perderla a la certidumbre de que la adoraba, del afán por su tranquilidad a la mentira, en fin, de la voluntad de callar siempre al afán irresistible de confesárselo todo y de pedirle perdón después.
Después de separarme de él, estuve en Granada, Córdoba, Madrid, Toledo, Burgos y otros puntos, visitando los monumentos en compañía de Madame Duval, que detestaba las antiguallas y suspiraba por los boulevards de París. Allí fui por último, y pronto me instalé comprando muebles y poniendo casa.
Me veo reducida a pensar en ti con angustia, con tortura, y la conciencia de mi falta me hace palidecer cuando el murmurio del viento trae tu nombre a mis oídos. Entre nosotras se alza un espectro feroz, de miradas ardientes, horroroso y grotesco a la vez, con serpientes entrelazadas en sus cabellos, y que extiende hacia mí sus manos armadas de garras para separarme eternamente de ti.
Palabra del Dia
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