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Actualizado: 1 de junio de 2025


Desde el obscurecer estábamos en palacio cuatro de los míos y yo; dos fuera en acecho; dos en el patio hasta que se cerraron las puertas, y yo en el interior. Vagaba yo por las galerías, y sin saber cómo no podía separarme de la habitación de doña Clara Soldevilla, cuando he aquí que un hombre llama y le abren.

La atraería hacia mi pecho y me la llevaría, ¡poco importa adónde! en la noche, al fondo del desierto, si el sol se negaba a alumbrarnos, si ninguna casa quería darnos el abrigo de techo. Preferiría morir de hambre con ella a la orilla del camino, a implorar al mundo que quiere separarme de ella.

¿Mi partida? ¡Dios mío! eso podría usted decirlo a Platel, a d'Ornay; no hay ahí motivo para ruborizarse; pero yo estoy triste, profundamente triste al separarme de usted. Ninguna partida es alegre; a me habría gustado que usted se quedase todavía... ¿Cierto? ¿Por qué no retenerme entonces? Usted se hace un poco exigente respecto a demostraciones amistosas.

No insistáis, amigos, que yo de buena gana os siguiera, si fuese libre mi elección. Y ahora, separémonos. allí la torre cuadrada de Munster y aquí el sendero que según me explicó el abad lleva directamente al pueblo. Dios te guarde, muchacho, exclamó el arquero dándole un estrecho abrazo. Soy pronto en odiar y en querer, y te aseguro que me duele separarme de .

Os juro, mi buena, mi amada madre, que no. Y sin embargo, hemos sido enemigas. ¡Enemigas! dijo don Juan. Si no enemigas, yo no la he querido bien, y ella me ha querido mal. No; no, señora: todo consiste en que vos sois amiga de Lerma, y yo amiga de la reina... pero eso nada importa; vos habéis querido separarme de la reina... esto era natural.

Por mi parte me resigno fácilmente a separarme ahora de ti, pensando que también se separa otro... ¿Tengo realmente la felicidad de que estés celoso? ¡Lo confieso con rubor! Me hace daño el ver sin cesar a mi tío pisándote los talones. Te engañas, Raúl; te juro que el señor Neris no me ha mostrado jamás más que una benevolencia paternal.

»Al separarme del doctor subí a mi cuarto para escribirle a usted esta carta que ahora dejo interrumpida y continuaré más tarde, pues acabo de recibir recado de Magdalena diciéndome que me aguarda, y corro a verla.» A las diez. «Puede usted reñirme, Antoñita; bien lo merezco porque temo haber cometido una gran locura. »Magdalena estaba sola.

¿De qué se trata? Díjele que iba yo a separarme; que a ello me veía obligado por la necesidad; mis gastos iban siendo mayores cada día, y lo que allí ganaba no me era suficiente para atender a mi familia. Vamos: me interrumpió ¿a qué viene todo eso? Está usted disgustado porque esta mañana.... No; me apresuré a contestar motivo para que usted me reprendiera.

Al mismo tiempo, la joven habló con tono más decidido y más frío que antes. Gracias, señora; gracias, señor, por vuestros ofrecimientos; son muy hermosos y muy por encima de mis deseos; pero no podría tener un momento de alegría en la vida si me viera obligada a separarme de mi padre y si lo supiera sentado en nuestra casa pensando en y sufriendo en la soledad.

Antes de tu llegada y después de tu partida noto que me falta el aire, y tus ausencias son demasiado prolongadas desde que no vives en nuestra compañía. ¿Cuándo voy a tener el derecho de no separarme de ti, que eres mi alma y mi existencia? Oyeme, Magdalena: ocurra lo que quiera, esta misma noche pienso escribir a tu padre.

Palabra del Dia

irrascible

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