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Delante de él se abrían en el corazón de Carmen todas las grietas profundas del dolor, porque aquel corazón atormentado pedía paz y calma y suspiraba por descansar en otro corazón blando y generoso; pero cada día una nueva meditación religiosa traía sobre aquellas ansias su mandato austero y rígido, helado como los soplos invernales que gemían en la casona al través de todas las rendijas de los muros y de las puertas.

Sus ojos febriles se posaron con angustia en ella, sus labios murmuraron otra vez «¡PerdónSin hacer caso alguno, la esposa de D. Pedro se metió de nuevo en la cama y apagó la luz. Los rayos del sol matinal, penetrando por las rendijas del balcón, alumbraron aquellos dos insomnios. Con la luz de Dios comenzó el bárbaro suplicio de una criatura inocente.

Me dirigí en el acto a su habitación, por las rendijas de cuya puerta se veía luz.

En la casona, enero reinaba exterminador, silbando por las innúmeras rendijas de las ventanas; y en la cocina, enorme y abandonada, entraba por la bocaza bruna de la chimenea y se complacía en apagar el rescoldo mezquino del llar, casi cegado por un montón de helada ceniza. Ya en aquel fogón descascarado no se guisaba en profundas cacerolas ni se trasteaba en continuo ajetreo.

Así se refugiaban máscaras a aquel estrecho local, y se apiñaban y empujaban unas a otras como si fuera de la puerta las esperase el más inminente peligro. Iban y venían los mozos aprovechando claros y describiendo sinuosidades como el arroyo que va buscando para correr entre las breñas de las rendijas y agujeros de las piedras.

Febrer iba de pesca con el tío Ventolera muchos días de mal tiempo. El viejo conocía bien su mar. Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que «cantaba la misa» acompañando los latinajos con pedradas a la torre. «¡Arriba!

El caballero de la barba se obstinaba en mirar a la calle por las rendijas de la persiana, dándose golpecitos de impaciencia en el muslo con el sombrero de copa. Las señoras, sin despegar los labios y con semblante de duelo, paseaban la mirada repetidas veces por todos los rincones de la sala, cual si tratasen de inventariar la multitud de objetos dorados que la adornaban con lujo de relumbrón.

Al ver entrar el sol por las rendijas de la ventana de su dormitorio, decíamos, el cocinero mayor saltó del lecho, se vistió apresuradamente, y afligido por su lastimada conciencia, su primer impulso fué ir á arrojarse de rodillas delante de Dios, en un templo; en el camino le había sorprendido, pues, de una manera terriblemente providencial, la noticia de la muerte de su víctima.

Esta mañana he visto a mi hijo desde las rendijas que hay en la cerca del patio del colegio. ¡Pobrecito! Estaba allí en medio de sus compañeros y a pesar de esto lo he distinguido en seguida. El también me ha visto y ha venido a decirme que estaba muy contento con sus nuevos maestros y condiscípulos. He visitado al abate Montuzer, antiguo prior del capítulo de canonesas de Salles.

Federico, ¿deseas algo?... Su amigo Federico le contestaba con voz débil y humilde, procurando á continuación mantenerse silencioso. Despertó Robledo por tercera vez, pero ahora la luz del día marcaba con líneas de claridad las rendijas de su ventana. Un ruido había cortado su sueño, obligándole á echarse de la cama con sobresalto.